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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La fatiga del carbón.

Con la manifestación de Madrid –más de 10.000 personas- se certifica la lucha del sector por su supervivencia. Hablamos de que están en juego 4.000 empleos directos y otros 6.000 de forma subordinada. El drástico recorte en las ayudas por parte del Gobierno central es un duro golpe, sin duda, para muchas comarcas que mantienen el monocultivo de la minería. Una situación que duele mucho, ya que, al fin y al cabo, Asturias no se puede entender sin la mina. Sin embargo, eso no quita para denunciar lo mal que se han hecho las cosas. El sector lleva treinta años de muerte certificada. Desde luego, problema de dinero  nunca fue, porque, a la vista está, los sucesivos planes dejaron una lluvia de millones que no se han sabido gestionar. Es más, los reiterados intentos por regenerar el tejido industrial han resultado fallidos. Me refiero, por ejemplo, a casos como los tristemente famosos de Alas Aluminium o Venturo XXI. Dos empresas nacidas con cuantiosas subvenciones y que, lamentablemente, fracasaron con estrépito. Pero además, estamos ante un sistema viciado que ha desvertebrado las cuencas. La fórmula elegida, no ha sido como digo la creación de riqueza a través de la iniciativa privada, sino mediante generosas prejubilaciones. En muchos casos, hasta con 42 años un individuo fue apartado de su vida laboral para pasar al estatus de pensionado. El resultado es que la segunda generación –sus hijos- no tienen ningún futuro: deben salir del entorno, si no de Asturias, para encontrar trabajo. Sistema viciado, reitero, que se lleva también al campo empresarial. Las explotadoras de carbón privado tienen en los fondos públicos su particular maná. Incluso, cuando no los reciben o tienen retrasos en su cobro, cortan el pago de nóminas como método de presión. El decreto del carbón no impide en absoluto la práctica de la minería, lo único que elimina son las ayudas. Realidad que se concreta en la necesidad de 300 o 400 millones de euros anuales para seguir produciendo. Algo que es palpable en 2012 y lo será «per secula seculurum» por una sencilla razón: la minería no es sostenible.

Como este sector, muchos otros pasaron por momentos parecidos. El naval se encontró también en la misma tesitura: el cierre después de que Bruselas prohibiese la inyección de ayudas. Lo que le hace diferente a la minería es la continua lucha de sus trabajadores, como pudimos ver fehacientemente ayer. Entiendo, pues, sus encierros, cortes de carretera y manifestaciones; pero no por perpetuar un sector que a todas luces está muerto, sino por las alternativas que hasta ahora no se les ha proporcionado.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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