Sorprende la facilidad con que el nuevo Gobierno asturiano ha superado la amenaza de intervención. Cristobal Montoro, un sábado por la tarde y en plena negociación para la presidencia del Principado, decidió lanzar una diatriba sobre las cuentas asturianas. Dijo que si no se presentaban a tiempo, o sea, el pasado viernes, Asturias sería intervenida. Es más, hasta se aventuró a imponer una cifra para el recorte: 616 millones de euros. Sin embargo, el equipo de Javier Fernández haciendo las cuentas de la vieja, solucionó el problema por la vía rápida. Es decir, tengo un déficit de 843 millones y me dejan endeudarme hasta 345; por tanto, mi ajuste debe ser de 498. A grandes males, pequeños remedios. Eso sí, sin concretar qué partidas deberían ser objeto del tijeretazo. El Ministro de Hacienda no ha dicho nada, ni a que no se cumplió el plazo, ni a que la cantidad presentada es menor en 118 millones de euros. Ahora, Cristobal está en otras cosas. Se le pasó la furia interventora por una sencilla razón: Cascos ya no está en el poder. De haber seguido, posiblemente hubiéramos vivido otro episodio de acoso hacia las cuentas asturianas. Cuando desde Madrid se buscan objetivos políticos, nuestro paraíso natural acaba a los pies de los caballos. Sin duda, a Francisco Álvarez-Cascos se lo hubieran puesto mucho más difícil.
Por otra parte, si yo fuera Montoro me preocuparía, no por intervenir, sino por no ser intervenido. Desde que su colega Luis de Guindos dijo que iba a dar barra libre para los rescates bancarios, creó un problema en lugar de resolverlo. No sabemos muy bien de dónde van a salir, ni los 19.000 millones de euros para Bankia, ni los 90.000 que se calculan para todo el sistema. Al elegir el modelo irlandés –cubrir todos los agujeros financieros con dinero público- se ha generado una sensación de intervención difícil de superar. El Estado, como es lógico, no tiene recursos y si debe pedirlos estamos ante un caso claro de rescate. Por eso, el movimiento gubernamental está tratando de que Europa inyecte el dinero de forma directa sin pasar por el reino. Como ven, Cristobal tiene trabajo de sobra como para preocuparse del Principado. Y menos ahora que ya consiguió su objetivo…