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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La suerte está echada.

«Alea iacta est», que se diría en latín. No hay más salida: tendremos una intervención total de nuestra economía sí o sí. Los números, fiel reflejo del pozo en el que estamos, no dejan lugar a dudas: con una prima de 600 puntos es imposible financiarse. Y si no, miren las cuentas. El gobierno de Rajoy aplicó un ajuste de caballo para ahorrar, más o menos, 56.000  millones de euros. Sólo por los intereses de la deuda, a los tipos que estamos pagando, tendremos que desembolsar sobre 38.000 (más que por las prestaciones de desempleo). O lo que es lo mismo: todos los recortes que hemos hecho hasta ahora (y podamos hacer, me temo) se los ha comido la deuda y sus intereses. Así, sin duda, no se puede seguir. Buena prueba, es el techo de gasto que esta semana se aprobará en el Congreso. Será mayor que el año pasado (9,2%) pero por una sencilla razón: hay que pagar deuda más y más cara. Ningún país sobrevivió a esta espiral y creo que, el nuestro, por desgracia, tampoco.

Los pronósticos más optimistas hablan de que será en octubre, justo cuando vencen 27.000 millones de euros. Pero, seguramente, lo veremos mucho antes. El que la Comunidad Valenciana haya solicitado la ayuda del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) ha sentado como un tiro en los mercados. Ahora queda Murcia que está, digámoslo así, pensándoselo y, sobre todo, Cataluña que ya no puede autofinanciarse. Le seguirán Catilla-La Mancha , Canarias y Andalucía. Todo un debacle autonómico que pone aún más difíciles las cosas. Sinceramente, no creo que podamos salir de ésta. No vamos a levantarnos un buen día y ver cómo, el tipo de interés de los bonos, comienza a bajar del 7%. Más bien, todo lo contrario. Nos aprietan las tuercas hasta límites increíbles por una sencilla razón: los mercados no creen que España pueda pagar todo lo que debe. Esperan que, al igual que sucedió en Grecia, se tenga que hacer una quita (rebaja) en sus obligaciones. Por eso, piden cada vez más a un país que tiene menos: sin crecimiento económico ni pulso social. Acostumbrémonos a vivir en el desierto, puesto que, a todas luces, es lo que tenemos por delante.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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