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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

El ojo de aguja fiscal.

El concepto de rico parece que no acaba de aclararse pese a la crisis. La política fiscal los trata de manera muy desigual en cada país. Es más, los límites y la forma de tributar son completamente diferentes. Por ejemplo. Hollande, el presidente francés, llevaba en su programa un impuesto especial del 75% para quienes ingresasen más de un millón de euros anuales. Esto afectaría aproximadamente a unos 2.000 contribuyentes y, ojo, no recaudaría más de 400 millones de euros. De momento, el Consejo Constitucional lo ha tumbado porque se aplica a individuos y no a familias. Es decir, una pareja que ingresase 900.000 euros cada uno no lo tendría que pagar. Algo que, curiosamente, estaba contemplado en la propia concepción del impuesto. Sabía el Gobierno francés que, de aplicarse a las unidades familiares, afectaría a más de 10.000 personas con el consiguiente revuelo social. Dicho de otra forma: el nuevo impuesto pretendía ser ante todo un escarmiento hacia los ricos. No obstante, y pese a su suspensión, ha conseguido gran revuelo mediático con la huida del actor Gérard Depardieu a Bélgica. Para Obama, en cambio, el concepto de riqueza está mucho más bajo. Quería aplicarle un porcentaje superior a quienes ganasen más de 200.000 dólares al año. No lo consiguió. Al final, tuvo que pactar con los republicanos su aplicación para rentas superiores a 450.000 dólares. Eso sí, a un porcentaje muy modesto si lo comparamos con los europeos: el 39%.

Y es que, aunque socialmente todos más o menos claro lo que es tener dinero, fiscalmente no tanto. Los límites de la riqueza son difusos y se hace mucha demagogia con ellos. En Asturias, sin ir más lejos, la presión fiscal se eleva considerablemente cuando sobrepasas los 60.000 euros anuales. ¿Es rico alguien que gana esta cantidad? ¿No entraría en esta categoría profesionales como médicos, abogados, notarios, etcétera? ¿No es acaso un límite demasiado bajo como para considerarlos fuera de la clase media? A Jesucristo tampoco le gustaban mucho los ricos. Dijo: «Es más fácil que un camello pase por un ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos». Sin embargo, de haber tenido que legislar fiscalmente también hubiera tenido dudas.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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