Cuando uno comenzó a trabajar con el sistema financiero el Banco de España causaba terror. Era nombrarlo y al director de la sucursal bancaria de turno se le apretaba el nudo de la corbata. Tal era el rigor y eficacia que difícilmente se les escapaba algo a sus inspectores. Sin embargo, fue llegar el boom inmobiliario y todo cambió. Los controles, no sólo fueron mucho más laxos, sino que incluso se saltaron a la torera. Eso, por lo menos, ha quedado constado en un informe de la Asociación de Inspectores de Entidades de Crédito. Acusan al regulador de, literalmente, «mirar para otro lado» ante las irregularidades encontradas. Además, hablan de mecanismos perversos que coartaban sus conclusiones. Es decir, emitían un informe y era limado bajo criterios más o menos políticos. La Comisión Ejecutiva del Banco de España –por la presión de Bruselas- dice que esto va a cambiar. Habrá más inspectores empotrados, o sea, que estén dentro de los propios bancos, y rotarán en sus puestos. Además, se vigilarán todas las operaciones de crédito incluidas las tarjetas. En resumen, una vez hecho el mal se procede a la reforma. Después de que casos como Bankia, la CAM o Caja Castilla La Mancha hiciesen temblar el sistema financiero por sus trampas; se busca la solución. Muy de este país.
Por otro lado, la pérdida de empleo en el sector va a ser brutal. Sólo en Bankia se prevén unas 6.000 bajas en su plantilla. Banesto, al ser comprado por el Santander, sobre 3.000. En total, esta nueva ola de restructuraciones dejará a 16.000 trabajadores sin empleo. Eso sí, se han apurado a decir que por «métodos no traumáticos». O sea, bajas incentivadas y prejubilaciones. En cuanto a estas últimas, resulta especialmente doloroso que a una persona con poco más de 50 años se le mande a casa. En pleno apogeo de experiencia laboral y conocimientos acumulados para poder ser transmitidos. La pérdida que representa para la sociedad es terrible. Vean si no el ejemplo de las Cuencas. A base de prejubilar se mantuvo una paz laboral, pero, ¿cuáles fueron las consecuencias? A día de hoy, tanto la cuenca del Nalón como la del Caudal, no sólo perdieron población; sino que son un desierto industrial. Prejubilar a temprana edad deja a la segunda generación, los hijos de los prejubilados, en muy mala situación. Normalmente, les manda a la emigración.