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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La pasión de Severino.

Severino García Vigón, presidente de la Federación Asturiana de Empresarios (Fade), está viviendo momentos delicados. Nunca pensó que sus problemas con Hacienda fuesen objeto de discordia en la organización. El motivo: la investigación por presunto delito fiscal ante el impago del IVA en una de sus empresas. Tal fue así que, el comité ejecutivo de la Fade, le pidió su dimisión de forma inmediata. Bien es cierto, que estuvo respaldado por la Cámara de Comercio de Oviedo, pero el mal trago que pasó ante el resto de empresarios fue de órdago. Ni por lo más remoto pensaba el jefe de la patronal asturiana que iban a seguir ese camino. Digo más, si comparamos el caso con el sufrido por otro presidente de empresarios, Gerardo Díaz Ferrán, no tiene nada que ver. En su día, el que fuera de la CEOE, estuvo apoyado al máximo por su organización. Tanto, que era terrible ver las imágenes de pasajeros estafados en los aeropuertos por Viajes Marsans, el alzamiento de bienes que se produjo para evitar a los acreedores, o las cuentas en paraísos fiscales. Sin embargo, la patronal aguantó el descrédito hasta última hora por una razón: no dejar tirado a uno de los suyos. El caso asturiano, repito, no se parece en lo más mínimo. El proceso contra Vigón se encuentra en fase incipiente y las diferencias por IVA de 450.000 euros, lo supuestamente defraudado, se convierten automáticamente en  delito a la hora de su tratamiento. Quiero decir, pues, que por ese lado el comité ejecutivo de Fade podía haber esperado a una etapa más avanzada del proceso. Seguro que en las más de 50.000 empresas que agrupa  –y en momentos de crisis más- muchas de ellas se encuentran en circunstancias similares. A Severino le han condenado ya sus compañeros sin esperar a juicio, y él se resiste puesto que pidió 30 días para reflexionar.

Yo creo que en este tema hay algo más. Supongo que muchos habrán aprovechado la situación para ajustar cuentas. O sea, para terminar con la etapa de García Vigón al frente de la Fade. Personalmente, siempre entendí que su labor fue un poco confusa. Sobre todo en los tiempos del expresidente Areces, la Fade remaba siempre en el mismo barco que sindicatos y gobierno. No había ninguna diferencia entre el discurso empresarial, sindical y político. Todos formaban una especie de núcleo conjunto a la hora de tomar decisiones, siendo el momento cumbre la concertación social. Nada, por decirlo de otra manera, se salía de un guión escrito de antemano puesto que todas las partes estaban a gusto. Una voz diferente, crítica con ciertas políticas que tuvieron lugar, nunca se escuchó desde la patronal; más bien, todo lo contrario.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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