Severino García Vigón, todavía presidente de la FADE, explicó lo que está pasando en su organización con una simple comparación. «Es como si», decía Vigón, «los ministros de Rajoy decidiesen destituirle». Además, achacaba el revuelo sobre sus problemas fiscales –un presunto delito en las liquidaciones del IVA- a su condición de hombre público. Vamos, que eso le sucede a otro cualquiera y no pasa nada. Bien, efectivamente sería imposible que a Rajoy le destituyeran sus ministros y no al revés. Ahora bien, si todos –o la mitad como es este caso- se marcharan provocarían una crisis de gobierno de enormes proporciones. Tanto, que nada volvería ser igual y seguramente tendría que convocar elecciones. Porque, digo yo, los ministros –al igual que el comité ejecutivo de la FADE- no dejan de ser las personas de confianza del presidente. Sus opiniones tienen más valor y, entiendo, fueron puestos ahí precisamente por eso. Sin embargo, en la crisis de la FADE se están sustituyendo como si tal cosa. Pese a que el comité ejecutivo pidió la dimisión de García Vigón, éste en un principio se comprometió para luego dar marcha atrás. O sea, buscó los apoyos necesarios en la junta directiva para continuar. Y eso que, económicamente, se le había buscado una solución generosa: pagarle el resto del contrato. Dicho de otra manera: los pesos pesados empresariales han visto como les traicionaba rompiendo lo pactado. Ni más, ni menos.
A mí me parece que la patronal ha cometido varios errores. Uno de ellos, quizá el principal, es hacer el cargo de presidente casi vitalicio. Más o menos, como si fuera un funcionario generosamente remunerado al que, ahora, sin duda, es muy difícil relevar. Los 12.000 euros mensuales que se le pagan a Vigón, , en unas circunstancias difíciles para sus empresas, también pesan a la hora de continuar. El enroque, el permanecer contra viento y marea; tiene su fundamento en una persona que ha hecho de la presidencia su profesión. En definitiva, como el político que se agarra a su escaño ya que no sabe hacer otra cosa. Algo, obviamente, sumamente criticado desde la patronal. La labor de García Vigón al frente de los empresarios ha sido valiosa y debe reconocérsele. Pero, obviamente, todo tiene principio y fin. Los mandatos, como conclusión, deberían de estar siempre limitados en el tiempo. Si no, acaba dándose la máxima del absolutismo. En este caso: la FADE soy yo.