¿Por qué tenemos en Asturias esa sensación de ir hacia atrás? ¿Por qué mientras en otros lugares hablan de recuperación aquí sufrimos lo más descarnado de la crisis? ¿Por qué nos sentimos en cierta manera discriminados (o abandonados) con respecto al resto de España? Estas son algunas de las preguntas que debería responder un debate de orientación política, más conocido como sobre el estado de la región. Lejos de eso, el discurso que realizó Javier Fernández fue menor. Centrado única y exclusivamente en lo que para él es su gran logro: la estabilidad institucional. Algo que, evidentemente, es así pero que no se puede vender durante toda la legislatura. Asturias necesita y espera de su gobierno mucho más. ¿Por qué nuestras infraestructuras se hacen eternas? ¿Por qué ese retroceso innegable en la Industria con deslocalizaciones? ¿Por qué nuestro desempleo es el más alto del Norte? Seguimos preguntando sin encontrar respuestas. El Presidente está preocupado por el presupuesto, lógico, ya que ve que sus socios de gobierno (IU y Upyd) le ponen trabas. Con una prórroga presupuestaria, lo de la estabilidad institucional como referente se vendría abajo. No quieran saber mucho más, no intenten encontrar un poco de confianza porque no la transmite. En el Parlamento lo que se vio fue una simple y pura representación de más de lo mismo. Que la crisis golpea con dureza, vamos a hacer la concertación social de siempre. Repartamos los dineros (virtuales) entre los agentes sociales y punto. Nada nuevo, nada audaz, nada de cambiar el chip. Repitamos los postulados de «la vieja Asturias» hasta la saciedad. El mundo se mueve a velocidad de vértigo, pero, nosotros, ¿para qué vamos a cambiar?
Hace poco se podía leer en El Comercio lo siguiente. Después de tres informes del Consejo Asesor de Asuntos Económicos –el comité de sabios que asesora al Gobierno- la mayoría de las medidas están contempladas en los programas electorales de los partidos. Esto es, se sabe de sobra lo que hay que hacer. No es ni mucho menos cuestión de diagnóstico, sino de aplicarlo a un paciente moribundo. Lo de quién pone el cascabel al gato es el día a día de la política asturiana. Vivimos en una especie de burbuja política: que nadie altere nuestra falsa paz.