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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

El «efecto bisagra».

Parece como si todas las críticas por la ruptura con el gobierno de Javier Fernández se las llevase UPyD, y, la verdad, no debería de ser así.  La otra parte involucrada, a la postre, IU, también tiene su cuota de responsabilidad. Si somos exactos cinco veces más: el número de diputados que tiene con respecto a la formación magenta. El porqué UPyD está siendo demonizado desde algunos sectores de la izquierda tiene su justificación: es lo que yo llamo el «efecto bisagra». Cuando un partido pequeño hace de árbitro de todo un parlamento, al principio, parece una ventaja. Sin embargo, con el paso del tiempo esa supuesta preeminencia, si no se sabe gestionar bien, puede volverse en contra. Inesperadamente UPyD firmó un acuerdo de legislatura con los socialistas, cuando podía haber optado sólo por apoyar la investidura de Javier Fernández. Luego, con el devenir de los acontecimientos, iría fijando su postura en función de lo que más le interesaba. No fue así: Rosa Díez vino anunciando a bombo y platillo –el mismo que ha utilizado para romperlo- el entente con los socialistas. Eso, sin duda, ya hizo que tanto Foro como PP les mirasen con recelo. Similar efecto, por cierto, que han producido en los socialistas por romper el acuerdo. Quiero decir, pues, que el estar en medio de dos bloques también tiene consecuencias. Las decisiones que ha tomado UPyD no han gustado, ni al electorado de derecha, ni mucho menos al de izquierda. En esta tesitura, pues, el desgaste de los de Rosa Díez es un factor a tener en cuenta. Tanto, que debe plantear una estrategia en la que no sea el pimpampum de los demás grupos políticos.

A mí lo que me parece es que esta es una legislatura muy turbia. Vamos a tener, de momento, dos gobiernos, dos comicios electorales y un sinfín de problemas sin resolver. Sin ir más lejos, que el pasado mes de octubre fueron más de 1.300 asturianos los que tuvieron que apuntarse al paro. Tenemos una política tan convulsa y enfrentada que sólo se preocupa por sí misma: ora por el sueldo de los diputados, ora por la reforma de la Ley Electoral. Todo ello, claro está, muy alejado de los deseos de la calle que no pasan más que por la recuperación económica. El que todo esté en el alero –los presupuestos, por ejemplo- no transmite confianza. Más bien, produce el efecto contrario. Es posible que las cuentas de Javier Fernández no traigan nada nuevo y sean anodinas. Ahora bien, el desgaste –aunque sólo sea psicológico- de no tener presupuestos es importante. Hace creer que la política no hace falta porque la Administración se regula a sí misma: pagar y cobrar. El resto, el supuesto impulso por parte de los políticos, queda totalmente anulado si no hay dinero que manejar.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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