El presidente asturiano, Javier Fernández, ha acusado en más de una ocasión a la comunidad de Madrid de hacer «dumping» fiscal. Esto es, desde hace tres años más de 5.000 empresas de toda España –también asturianas- han cambiado su domicilio fiscal hacia la capital. Las razones: una tributación más benigna y menos trabas a la hora de ejercer su labor. Asimismo, los ingresos vía IRPF descienden en el Principado mientras que allí aumentan. Lo mismo que el impuesto sobre el Patrimonio o el de Sucesiones ambos inexistentes en Madrid. Las deslocalizaciones fiscales de personas físicas o jurídicas son algo preocupante que tal parece que no se quiere ver. Más bien, la receta de Fernández para combatirlas consiste en denunciarlo en distintos foros, pero en ningún caso se plantea competir para hacer más atractivo el sistema impositivo asturiano. De hecho, en los presupuestos que no se llegaron a aprobar había un aumento –más moderado que el planteado por IU, eso sí- en el impuesto sobre el Patrimonio. En Asturias, por ejemplo, disfrutamos del tipo de IRPF más alto junto con Cataluña: el 56%. Sólo superado en la Unión Europea por Suecia, donde, lógicamente, ni los ingresos de los contribuyentes ni los servicios públicos son similares. No sé, es como si Mariano Rajoy acusa a Alemania de «dumping» laboral por la cantidad de españoles que se marchan a trabajar. ¿No es acaso un problema del Gobierno el alto desempleo en España? ¿Qué debe hacer Rajoy: quejarse o intentar ofrecer más puestos de trabajo? El discurso fiscal de Javier Fernández cree que los asturianos deben asumir más carga tributaria porque sí. Vamos, como si fuese una condena divina que debemos padecer con resignación. Lo contrario, el que las empresas y particulares se sientan cómodos en un sistema fiscal, significaría cambiar la dinámica actual. Algo, sin duda, mal visto en nuestro paraíso natural. El mundo gira todos los días 360 grados sobre su eje, pero, nosotros, pretendemos que se pare con una política fiscal obsoleta.
El caso es que el nuevo sistema de financiación de las comunidades autónomas va a cambiar. Más que probablemente, los ingresos que recibe cada autonomía dependerán mucho más de su capacidad fiscal. Algo que horroriza a Fernández porque, aquí, repito, la recaudación baja cuanto más se sube la presión fiscal. Bien al contrario, el presidente asturiano quiere apelar a la solidaridad –entendida como que las comunidades ricas contribuyan- que no deja de ser el recurso de los pobres. Lo mismo que Extremadura o Andalucía que ocupan los últimos lugares del ranking autonómico. En lugar de intentar acercarnos a la prosperidad, queremos quedarnos dentro del grupo que viven de los demás. Curiosa política.