El PSOE se ha lanzado a la piscina: tendrá primarias para elegir su candidato a la Presidencia del Gobierno en noviembre. Antes, hacia septiembre, serán votados los de las elecciones municipales y autonómicas. El proceso –bien visto por la ciudadanía en general- es novedoso por cómo se afronta. Será el primer gran partido –también lo ha hecho antes UPyD, aunque a otro nivel – que abra sus primarias hacia el ciudadano. Para ello, tres requisitos: ser mayor de 16 años, firmar un documento de compromiso con los principios ideológicos y, por último, pagar una tasa de dos euros. Bien, el riesgo que asumen los socialistas es más que evidente. La diferencia entre un militante y un simpatizante está clara: el primero asume las tesis del partido y las defiende en cualquier circunstancia, el segundo no tanto. Un simpatizante puede aceptar o no las decisiones que se tomen en los órganos de dirección. Su grado de compromiso en ese sentido es mínimo: puede cambiar el sentido de su opinión (y voto) en cualquier instante. El militante puede criticar con dureza pero siempre le será fiel en unos comicios, el simpatizante no. Poner en manos de esta figura una decisión tan importante como la del liderazgo en un partido, tiene múltiples riegos. Pregunto, ¿cuánto se dejará influir un ciudadano ajeno a la vida del partido por la estética de un candidato y no su trasfondo ideológico? ¿Conoce realmente alguien de afuera el trabajo interno –el que no sale en los medios de comunicación- que ha realizado el candidato? ¿Sabe cómo va a encajar con la dirección? ¿No eligieron en su día los militantes –que no simpatizantes, ojo- a Borrell y dimitió en favor de Almunia por sus desavenencias? Más o menos, esto es lo que ha dicho el presidente asturiano, Javier Fernández, en la reunión del comité federal. Llamó a evitar que el proceso sea «un desfile de modelos» en clara referencia a lo que se avecina: las tensiones que se van a producir. Inevitablemente, las primarias ponen a un partido en situación de estrés. A partir de ahora, las quinielas serán sobre si Chacón, Madina o Patxi López van a ser candidatos y sus posibles alianzas. No habrá casi otro discurso que predomine: el de si Rubalcaba se volverá a presentar. Así, durante muchos meses hasta que finalice el proceso. Está claro que el método profundamente democrático y eso hay que valorarlo. Mucho más, que el utilizado por su rival político: un cuaderno azul de Aznar designó a Mariano Rajoy como sucesor. Cuando no, un congreso como el de Valencia donde se aprobó –con muy poco debate interno- la reelección de un Rajoy en sus momentos más bajos. Insisto, las primarias abiertas a la ciudadanía en general son todo experimento político a nivel de gran partido. Esperemos que al PSOE le salga bien.