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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La «nueva normalidad».

Vivimos tiempos donde todo sobra. La fanfarria gubernamental nos cuenta que estamos en la época postcrisis, pero, sinceramente, no lo parece. Es como si donde antes había diez ahora tienen que quedar sólo cinco. Las empresas con varios centros de producción van cerrándolos hasta dejarlos en la mínima infraestructura posible. Ejemplo: las embotelladoras de Coca-Cola. Si había mil trabajadores y se estaba dando beneficios, da igual, la plantilla va a ser reducida a la mitad. Es como si, repito, este aterrizaje de la economía fuese directamente a mantenerse en el fondo. Durante mucho tiempo se especuló sobre la forma de la crisis –que si en forma de “U”, “V” o similar- pero ya debemos tenerlo claro: es una “L”. Los niveles anteriores a la crisis van a tardar mucho tiempo en llegar -si es que algún día los volvemos a ver- siendo necesario acomodarse a la nueva situación. Y eso se nota, vaya si se nota. Esta semana en Asturias dos cadenas de perfumerías –ligadas, por tanto, al consumo- han anunciado reestructuraciones. Cierran locales y echan trabajadores a la calle. Pregunto, si percibieran esa ingente recuperación, ¿habrían tomado esta decisión? Más bien, lo que piensa el empresario es que se va a estar durante bastante tiempo en lo más bajo. La “L” de la que hablábamos antes. Es lo que el catedrático de Economía, Santiago Niño Becerra, llama la «nueva normalidad». Personas que quizá nunca vuelvan a encontrar un trabajo moviéndose por el subempleo, empresas que apenas podrán crecer porque el mercado no da para más, paro estructural elevado y niveles de pobreza increíblemente altos. En Berlín, con todo lo que es Alemania, el 25% de la población tiene que recurrir a ayudas para poder subsistir. No contemos ya España, porque, simplemente, en Asturias es el salario social presenta récord absoluto de solicitantes. Digamos que nuestra economía ha seguido el comportamiento de un suflé: creció cuando lo metieron al horno del boom inmobiliario, pero ha bajado de manera irremediable en cuanto enfrió.

La «nueva normalidad» es la que hace que cierren hoteles y no se construyan los proyectados. Véase establecimientos tan señeros en Gijón como el Hotel León, antes el Palacio de la Llorea o varios cinco estrellas que estaban en camino. También que centros comerciales de relumbrón den en quiebra: el de Buenavista en Oviedo. O que se produzcan deslocalizaciones –Suzuki y Tenneco- porque nada va a ser igual que antes. La «nueva normalidad», insisto, es la que hace que tengamos una sensación de crisis eterna. Como que no acabamos de salir nunca de este pozo en el cual estamos inmersos. Pero, desgraciadamente, es en el fondo donde tendremos que aprender a vivir.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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