Hay quien dice que una vez muerto, si dejas algo pendiente en esta vida, tu espíritu permanece aquí. No se realiza el denominado viaje hacia el más allá. Este ectoplasma, fantasma o como lo queramos llamar; suele atormentar a su seres más cercanos buscando el descanso eterno. Son fenómenos sin explicación que, en la mayoría de los casos, hielan la sangre de quienes frecuentaron al difunto. Más o menos, lo que está ocurriendo con la obra del Musel. Cuando se finalizó la famosa ampliación quedaron dos temas pendientes: uno, las reclamaciones judiciales que interpusieron las constructoras y dos, el asunto de las subvenciones europeas. El presidente de Puertos del Estado, José Llorca, hizo referencia a lo primero hace poco. Decía que si al final los tribunales le dan la razón la UTE Dique Torres en sus peticiones, la factura del superpuerto alcanzaría los 1.000 millones de euros. Tremendo. Yo pregunto, ¿y cómo se paga eso? Lo segundo, lo de las ayudas comunitarias es todavía peor. La Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF) acaba de anunciar que solicitará la devolución de las subvenciones europeas concedidas. En total, 198 millones de euros más otros 49 pendientes de cobrar, o sea, 247. Pues bien, este informe de la OLAF tiene que valorarlo la Dirección de Política Regional, máxima responsable del manejo de estos fondos a nivel europeo. Será ella quien tenga la última palabra de cara a pedirle al Estado su reembolso, aunque, como es lógico, tendrá un periodo de alegaciones y negociación. En cualquier caso, parece que nuestro puerto no se va a ir de rositas en este asunto. En el mejor de los escenarios, no va a tener derecho a cobrar el 20% restante, es decir, los 49 millones de euros. Y en el peor, sin duda, el descrédito más absoluto. Rosa Aza, la presidenta del Puerto, se ha dedicado estos días a recalcar que es un tema de Estado. Es decir, que si hay que devolver los 247 millones de euros se tendrá que hacer desde Madrid. Lo cual, nominalmente, es verdad. España dejaría de percibir esa cantidad cuando se le concediese una nueva ayuda. Sin embargo, esto no deja de ser endilgar el problema a los demás. Tal parece, por las palabras de la Presidenta, que si se exigen la devolución de la totalidad de las ayudas no pasase nada. Vamos, que El Musel saldría indemne de este desaguisado. Nada más lejos de la realidad. Si ahora estamos hablando de un puerto intervenido ya que tiene recortada la autonomía de gestión por su abultada deuda, en el caso de devolver las ayudas el margen sería nulo. Puertos del Estado controlaría total y absolutamente El Musel. Además, se vería obligado a subir las tarifas con el perjuicio para los clientes que esto representa. Muchos de ellos, probablemente, se plantearían trasladar sus tráficos a otra parte.
Como digo, hay espíritus que atormentan a los vivos. Se ha vuelto a hablar de canteras, áridos, camiones y temporales que se llevaban el material empleado. Algo que para muchos ya estaba muerto y bien enterrado, ha aparecido en forma espectral. Las psicofonías, que resuenan por todo el Puerto y llegan a Bruselas, hablan de falta de control de obra, adjudicaciones ilegales y hasta delitos penales. El fantasma de la ampliación del Musel asusta (y mucho).