Miro con incredulidad el proyecto «Hunosa verde». Sí, esa especie de placebo –o falsa esperanza- que se quiere montar para justificar el desmantelamiento de la compañía hullera. Según el ministro de Hacienda, Cristobal Montoro, el objetivo del Gobierno es hacerla rentable para así salvar los empleos. Lo dijo el otro día en el Senado. Quizá Montoro no sepa una cosa: Hunosa nunca ganó dinero en toda su historia. Ni siquera cuando extraía 7 millones de toneladas en los años noventa. ¡Imagínense en el 2018 que va a producir sólo medio millón! Además, habla de inyectar capital privado en la empresa. Difícil, la verdad. La Hunosa que conocemos emana una cultura pública en el peor sentido de la palabra: siempre vivió (y vive) de las subvenciones. Si se las quitan, como obliga Bruselas, se ve obligada al cierre o reconvertirse. Esto último, por cierto, es lo que pretende «Hunosa verde» intentado introducir un nuevo mercado. Ahora bien, ¿es suficiente para mantener los 1.700 empleos que actualmente genera Hunosa? ¿Tiene capacidad el «sector verde», llamémoslo así, para mantener tanto volumen de trabajo? ¿Montar museos, la geotermia y demás dan para tanto? Convendrán conmigo que la duda es más que razonable. Hunosa ya intentó diversificarse en los años ochenta, pero acabó en un sonoro fracaso. Tuvo incluso, fíjense, hasta piscifactorías que fueron desmanteladas. El sentido de Hunosa está en ser una compañía carbonera y, ahora, después de más de 30 años de reconversión y 24.0000 millones de euros aportados en los distintos planes mineros, va a verse abocada al cierre sin muchas más alternativas.
Todo hubiese cambiado, bien es cierto, si la reconversión minera se hubiese hecho de otra forma. Como digo, problema de dinero nunca hubo, algo que queda claro en ese chorro de subvenciones y proyectos sin desarrollar que fueron los fondos mineros; hablamos, sin duda, de otra cosa. Si se hubiese seguido el modelo alemán, generando industria alternativa, Asturias estaría ahora en otra situación bien distinta. Cerraría Hunosa, sí, es cierto, pero habría multitud de fábricas donde poder recolocar a sus trabajadores. En Alemania, las fábricas de automóviles, trasladaron su producción a los antiguos «Länder» mineros. Es decir, los trabajadores de la mina, merced a un proceso de reciclado, acabaron montando coches. ¿Qué se hizo aquí? Pues todo lo contrario. Desde mandarlos a casa con 42 años, hasta una autovía (la AS-I) que sirve para que los habitantes del Caudal lleguen más pronto a la playas de Gijón. En resumen, no se quiso afianzar un modelo industrial y, sí, en cambio, unas cómodas jubilaciones. Una vida mucho más fácil, en vez de seguir con la cultura del trabajo. Y ahora, sin duda, ya es demasiado tarde para cambiarlo todo.