UPyD tiene que aclarar una cosa: o es un partido con Presidenta, o una Presidenta con partido. La diferencia, claro está, es notable. En el primero, son los militantes quienes controlan la acción del grupo político. Se les consulta, se les tiene en cuenta a la hora de tomar decisiones y marcan el camino. En el segundo, desgraciadamente, no. La estructura es completamente vertical: montada desde la presidencia hacia abajo. Tiene toda la apariencia democrática pero no lo es: la dirección de turno es quien controla todo. Así, se montan órganos a gusto del líder y con gente de confianza. Cuando le dicen que algo está mal, efectivamente, los convoca, pero solamente para refrendar su opinión. Se hace, en definitiva, lo que quiere el presidente/a que suele ser el fundador. A los de magenta, se les ha acusado precisamente de esto: de que el peso de Rosa Díez es excesivo. Y su control del partido, ciertamente, es total. No hay más que ver cómo trató el tema asturiano. Vino e impuso su opinión al principio de la legislatura de firmar un pacto con los socialistas. Craso error. Incluso, en una rueda de prensa delirante, le iba diciendo por debajo a su diputado, Ignacio Prendes, lo que tenía que contestar. Como digo, todo atado y bien atado. Sin embargo, muchas veces el cesto se rompe por donde menos se espera. Nadie, ni mucho menos la propia Rosa Díez, contaba con que Sosa Wagner formase una ola semejante calibre. El eurodiputado fue crítico con la dirección –acusándola de «autoritarismo» y ciertos «comportamientos sectarios»-, además de poner sobre la mesa un debate que Díez había dado por enterrado: la unión electoral con Ciudadanos. Algo que ya había surgido después de los penosos resultados de UPyD en Cataluña: el partido de Carmen de Mairena –un engendro televiso- tuvo incluso más votos. Ahora, Wagner –en verdad, un político realmente soso- ha puesto otra vez el dedo en la llaga. Todo ello, a cuenta de unas elecciones Europeas donde se esperaba un protagonismo y crecimiento mayor. Sin duda, se lo ha robado Podemos. Los de Pablo Iglesias no sólo le quitan alrededor del 16% de los votos, sino que además chupan cámara que da gusto. Rosa Díez ha reaccionado siempre descalificándolos y restando importancia al fenómeno. No obstante, los datos están ahí: UPyD se estanca, mientras que Podemos pasa de un 9% de voto en las Europeas a un 21%. Desde luego, como para mirarlo.
Después de este rifirrafe –alguno fuera de tono como el de la diputada, Irene Lozano, insultando a Sosa Wagner- habrá un Consejo Político el sábado próximo. Órgano, por cierto, que controla completamente la Presidenta. Normalmente, afrontar un cambio tan sustancial suele tener la resistencia de la dirección a ceder poder. ¿Quién presidiría una supuesta unión entre UPyD y Ciudadanos? ¿Rosa Díez o Albert Rivera? ¿Quién de los dos está dispuesto a dar un paso atrás? Y muchas veces, se prefiere ser cabeza de ratón que cola de León. Es decir, seguir igual a pesar de que la unión de ambas fuerzas posiblemente resultase rentable electoralmente. El problema se encuentra en que, posiblemente, si no se afronta la misma, el resultado final puede ser catastrófico. Un batacazo en toda regla.