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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

El pequeño Nicolás nos retrata.

Un hecho, el que apenas un zagal imberbe haya llegado a ser un estafador de alto rango, me llama la atención. Más que nada, porque el mozuelo presumía de relaciones a tutiplén y se sentaba a la mesa con políticos número uno de este país. El bigardo lo único que ofrecía era precisamente eso: la intermediación para solucionar problemas y hacer crecer la fortuna de los estafados. Santo remedio. Según parece empresarios y algún que otro incauto picó en el anzuelo. En cualquier otro país, sin duda, al mocoso lo hubiesen mandado a estudiar inmediatamente. Sin embargo, aquí se le dio credibilidad. Tanta, que hasta se hacía pasar por agente del CNI –una especie de James Bond con espinillas- y mediador cercano a la Casa Real. Pero el porqué de este trágala general es bien fácil de explicar: el sistema funciona así. Nuestro capitalismo patrio para dar credibilidad a alguien no se basa en sus méritos, sino en ser amigo de, conocido de, o influyente en. Si se hubiese presentado con un currículum brillante nadie se habría fijado en él, pero como salía en fotos con Aznar, Esperanza Aguirre o Rajoy todo el mundo se lo tragó. Digo más, hasta le ponían un chalé de lujo y coche de alta gama pagado por una empresa. Por cierto, resulta tremendamente sospechoso que ninguno de los presuntamente estafados haya presentado denuncia. Nicolás, que así se llama el listo, cayó justo cuando empezó a suplantar al CNI. De hecho, las gestiones que realizó y lo que consiguió es algo que está por aclarar. En cualquier caso, no debían de ser muy legales los servicios a realizar, cuando, insisto, nadie se ha dado por engañado. El culmen de este estrafalario asunto vino justo, cuando, según él, se iba a reunir con el Rey en Ribadeo. Se presentó con escoltas, presunto coche oficial y movilizó absolutamente a todo el Ayuntamiento. Una parodia, digo, que tiene su moraleja triste. Quien quiere triunfar en este país que no haga nada relevante, sino que se dedique a cultivar sus contactos. Bien inventados como parece el caso, o visitando los palcos de los estadios de fútbol en miércoles y domingos. La forma de hacer negocios aquí es así. No se necesita un talento especial, sino que estés arrimado al político de turno. Para nada te va servir el mejor expediente académico, el Máster más reputado o la vanguardia en conocimientos; si por el camino te encuentras con Nicolás y sus delirios de grandeza. Él siempre llegará más lejos que tú.

Esta, llamémosla así, unión entre el poder económico y político hace que nuestra democracia sea de baja calidad. Mientras para hacer negocios se necesite ser, lo digo otra vez, amigo de, conocido de, o influyente en; seguiremos teniendo líos y escándalos de corrupción por doquier. Mientras el mundo de la política, en muchas ocasiones, tienda a mezclarse con la gran empresa de manera obscena (las famosas puertas giratorias); el empresario caerá en la tentación de tenerlo a comisión. Desgraciadamente, en este momento estamos viendo ejemplos sangrantes de ello. Observen si no la fortuna de 2.000 millones de euros de Oleguer Pujol que anda buscando la Audiencia Nacional.

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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