La «Vieja Asturias» funciona así: procurando siempre que su segunda generación (o posteriores) viva sin preocupaciones. El vástago de turno no tiene por qué estudiar o formarse de manera competente, ya está papá político-sindicalista para procurarle el«puestín». El sueño de un trabajo para toda la vida hecho realidad. No es el «puestín», obviamente, algo totalmente público. Para eso, es necesario presentarse a unas oposiciones, estudiar un temario, tomarse unas cuantas tilas y, ¡buf!, ¿quién quiere pasar por todo eso? La ventaja del «puestín» es que se vive como un funcionario pero sin serlo. Una tarea cómoda, sin preocupaciones y no teniendo que sufrir las incomodidades que a veces también tiene lo público. Que te recorten las pagas, te haga la puñeta el jefe o que no te suban el sueldo durante años. El «puestín», digo, está tan enraizado en la cultura asturiana como, no sé, la propia gaita. Damos por hecho que nos encanta a todos. Así, participar en esa red clientelar hasta hace poco se consideraba de lo más normal. Y luego, por supuesto, a votar elección tras elección lo mismo porque, nadie, que yo se sepa, muerde la mano que te da de comer. Vean si no el caso del Montepío de la Minera. A raíz de que tanto Villa como el expresidente, José Antonio Postigo, saliesen a la palestra por su regularización fiscal; hemos ido conociendo circunstancias cuando menos singulares. Más que nada, que ahí trabajaban enchufados una pléyade de familiares. Desde Rolando Villa, hijo del exlíder del SOMA y poseedor de un jugoso contrato blindado, pasando por parejas sentimentales, la hija de Postigo, primos, cuñados y de esta guisa un sinfín de personas. Tanto, que en el día de su inauguración el geriátrico de Felechosa poseía más empleados que clientes. A todos se les había procurado el «puestín» que el dios de lo fondos mineros había tenido a bien conceder. Eso sí, el «Montemío» sólo poseía un talón de Aquiles: que sus promotores cayeran en desgracia. A la postre, lo que sucedió. Entonces, las cosas se iban a poner difíciles. Si faltaba Postigo y Villa, ¿quién iba a arropar a los receptores del «puestín»? ¿Quién a disculpar sus errores? ¿Quién a ponerles estupendos sueldos y un buen colchón por si acababan en la calle? El «Montemío», en definitiva, estaba ahí para cuidarlos desde la cuna hasta la sepultura. Incluso, alguno, fíjense, había trabajado previamente en la empresa que realizó la construcción de la Residencia de Mayores. ¡Qué casualidad!
¿Hay más «Montemíos» en nuestro paraíso natural?
Seguro, no descarten que este virus sólo estuvo presente en el cuerpo del Montepío de la Minería. Es como el Ébola: tremendamente contagioso. Unos cuantos de esos que llamamos «chiringuitos de la Administración», también padecen los mismos síntomas. La endogamia del carné se da a todos los niveles. Siendo justos, casi más en el municipal que en el autonómico. Muchas empresas de nuestras ciudades tienen a toda la familia colocada gracias a la afiliación al partido de turno. Lo mismo, vuelvo a repetir, que un gran número de organismos autonómicos de dudosa justificación. Es, como ya he dicho, la cultura del «puestín» que tanto nos encandila. Si no, tampoco se entiende que haya campado a sus anchas durante más de 30 años. Únicamente con los nuevos tiempos, donde todo se revisa, se empieza a ver sus nefastas consecuencias para escándalo general.