En Asturias nunca hubo casta, sino más bien costra. Un grupo de individuos que se adherían al sistema hasta hacerse dueños del mismo. La casta se supone que es un concepto elitista e individual, la costra no. Suele venir desde abajo y de forma colectiva medra hacia lo más alto. Ocupa el poder y despliega sus tentáculos para así retenerlo ad infinitum. Pegarse a las instituciones y administrar un aparato todopoderoso era su táctica. Y no le salió mal en absoluto: llegó a crear toda una conciencia social a su alrededor. Algo así como que ésa era la única Asturias posible. Digo todo esto por las informaciones que estamos recibiendo sobre la fundación del SOMA, Infide. Un ente creado y administrado por José Ángel Fernández Villa que recibía (y recibe) subvenciones del Principado. Su principal actividad, la custodia de un archivo minero y sindical que supuestamente tiene 6.000 visitas al año, es realizada desde un piso céntrico en Oviedo que ni siquiera abre al público. O por lo menos, de manera regular. Más que nada, porque posee un solo trabajador en plantilla y a tiempo parcial. Imaginen toda esa ingente cantidad de visitas que figuran en la memoria de la fundación gestionadas por una persona. ¡Cómo para volverse locos! Lejos de eso, en Infide el tiempo parece haberse detenido. Cuenta como presidente a Villa, pese a haber sido expulsado del SOMA por su regularización fiscal, y en la revista que edita también, faltaría más, ocupa el cargo principal. Por si fuera poco, los eventos que se financian con dinero público ni siquiera se organizan. Se les dota desde el Principado con partidas tan rimbombantes como «jornadas técnicas para el futuro de la estructura energética española», pero luego nada se hace con tal fin. Infide, prácticamente, se creó como una fundación paralela al poder del SOMA y como tal ha caído. Tanto, que ahora mismo su situación financiera es profundamente delicada incurriendo en causa de disolución. Ahora bien, en los buenos tiempos –cuando organizó el centenario del sindicato- también tenía patrocinio privado con importantes empresas que la apoyaban. La antigua Cajastur soltó, por ejemplo, más de 400.000 euros. Todo ello, porque sabían de sobra que Infide era costra: una fundación pegada al sistema que por entonces partía el bacalao.
¿Hay más costra?
Por supuesto que sí. Infide no es ni mucho única: la costra abunda por nuestro paraíso natural como resto de la Vieja Asturias. Y si quieren mi opinión, ni la crisis ha podido con ella. El conjunto de entidades apegadas a la Administración –aunque más debilitadas- han sobrevivido incluso a esto. El gobierno de Javier Fernández siempre se ha negado a reducir este universo paralelo por considerarlo necesario. Me refiero, claro está, a la pléyade de organismos que cuelgan del Principado y mantiene. Algunos con más o menos sentido y otros ninguno. Hablamos de más de 60 en el caso asturiano que no sufren, ni mucho menos, los rigores de la austeridad. Si hay que recortar, ¡qué demonios!, se hace con la inversión (330 millones de euros) más baja de la historia. Sin embargo, a la costra ni tocarla. Por lo menos, para que sobreviva ahí aletargada hasta que los tiempos cambien. El dinero vuelva a fluir y entonces, por supuesto, otra vez volverá a florecer la Vieja Asturias.