Si algo ha tenido de bueno la crisis es que cambió cosas. No muchas, bien es cierto, pero algunas bastante sustanciales. En concreto, el sistema de elección de candidatos en los partidos –a través de las primarias, claro está- parece que va imponiéndose. UPyD, por ejemplo, ya nació con él. PSOE e IU lo han ido adoptando con bastante acierto. Y en Podemos, faltaría más, es toda una seña de identidad. Tal es así, fíjense, que van un paso más allá y utilizan Internet para todo el proceso. No hace falta ir a ninguna sede física, ni siquiera ser militante, para participar en la elección. Sin embargo, como en toda buena regla que se impone siempre hay una excepción: el Partido Popular. Una excepción, repito, muy importante pues a la postre es el partido que gobierna el país. Lejos de estos nuevos y saludables hábitos -para mí ya consolidados- el PP sigue con sus comités electorales. Un grupo de personas que eligen digitalmente (a dedo) al candidato de turno. Y cuando éstas no se ponen de acuerdo, siempre queda el recurso de que lo hagan desde Madrid. Por cierto, muy utilizado en nuestro paraíso natural. Así, el sistema digital puede ser doble o triple. Por un lado, el candidato a nivel local lo elige un comité, luego pasa el filtro regional y finalmente llega a la calle Génova. Y por otro, puede ser doble si es a nivel autonómico: comité regional y luego aprobación del nacional. Como digo, el dedo gordo siempre está en Madrid, porque, los de menor rango, pueden pasárselos por el forro. El sistema digital (a dedo) utilizado por el PP en la elección de candidatos resulta profundamente arcaico. Sí, y aunque puede parecer un oxímoron –digital y arcaico- no lo es en absoluto. ¿En qué participa un militante popular del proceso de elección de sus representantes? ¿Tiene el dedo la sensibilidad de ver qué piensan los simpatizantes y ciudadanos en general? ¿Mira acaso el sentir de la calle? Claro que no. Únicamente se tiene en cuenta la voluntad de los prebostes del partido. Observen si no un ejemplo. Todos los partidos, más o menos, ya presentan a estas alturas sus candidatos o están a las puertas de hacerlo. El PP, en cambio, no. Depende de que Mariano Rajoy tome decisiones. Y, como todos sabemos, el presidente del Gobierno alarga los plazos ad infinitum. Es más, el no tomar una decisión para Rajoy es una opción. A los problemas, si los metes en la nevera, igual se resuelven solos. Si de Rajoy dependiera confeccionaría las listas electorales en junio, pese a que los comicios son en mayo. Además, ¿un presidente del Gobierno tiene tiempo para preocuparse de estas cosas? ¿Es compatible ser el máximo dirigente de un país y presidente de tu partido? El sistema digital (a dedo) ya quedó en evidencia en las Europeas –Arias Cañete fue un mal candidato con meteduras de pata increíbles- y volverá a ponerse en solfa. El problema es que, a nivel municipal y autonómico, una persona mal escogida no se perdona.
El caso de Gijón.
En mi ciudad levítica, la capital de la Costa Verde, el PP local se ha inventado un método nuevo. Podríamos llamarlo «¿Quiere ser usted concejal? Pues venga por aquí». La ocurrencia es la siguiente. Los militantes que lo deseen pueden plantear ante el comité electoral su deseo de ir en la lista. Para ello, deberán llevar su currículum bien detallado y trayectoria profesional que será valorada. Asimismo, se tendrá en cuenta la vocación de servicio, honorabilidad e imagen del militante en cuestión. Como digo, un proceso que se presenta como novedoso pero que no lo es. Al final, quien decide digitalmente vuelve a ser el comité electoral. En ningún caso, los militantes que son examinados como si fuesen opositores. Se trata de un mecanismo esperpéntico –ni son unas primarias, ni un proceso cerrado- que trata quizá de lavar conciencias. Del PP de Gijón, por estar completamente desorientado, no podíamos esperar otra cosa. Pone en marcha tan chusco proceso, cuando en un reciente (y polémico) congreso se eliminó a la candidatura rival al exigir un increíble número de avales. En fin…