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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

El puto amo.

Ya sabíamos que José Ángel Fernández Villa lo era, pero cada vez tenemos más constancia. La última: los cheques que salieron de Hunosa para pagar los gastos de los representantes sindicales y nunca llegaron al Soma. Toda una incógnita por la cual, Fernández Villa, cobraba las dietas de la empresa carbonera pero no acababan en su destino: la cuenta del sindicato. Así fue desde 1978 hasta 2001, año en el que Hunosa decidió cambiar el sistema. Por cierto, alucinante. La empresa minera daba un cheque a nombre del ex líder minero y éste, por lo visto, presuntamente, se los quedaba. No sé, en cualquier empresa medio seria –no digamos ya una que llegó a tener más de 20.000 trabajadores- a nadie se le da un cheque a nombre de una persona física para pagar a una persona jurídica. Más bien, se le ingresa directamente en la cuenta o el cheque se hace nominativo a la organización correspondiente. Pero en Hunosa sí. Se le entregaba al que tenían que tener contento y punto. Lo que hiciera después con él… ¡qué más da si nadie iba a protestar! No me extraña, pues, que al Soma se le hayan evaporado 500.000 euros durante ese periodo. Sin embargo, nadie lo denunció. Doy por seguro que todo el mundo lo sabía, pero, bien es cierto, la “omertá” funcionó a la perfección. Si el jefe se lo quedaba, ¿quién le iba a poner el cascabel al gato? ¿Quién le iba a decir que eso era robar? En Hunosa Villa era el puto amo. Hacía y deshacía a su antojo. El que diseñaba los planes de empresa, los turnos de trabajo y, por supuesto, se llevaba las dietas que cobraba su sindicato sin que nadie rechistase. «Yo soy el Soma», supongo que le diría a los directivos de la empresa pública. Y ellos, ¡qué iban a hacer!, acatar sus órdenes y punto. A fin de cuentas, llevarse mal con el de Tuilla iba a traer consigo un sinfín de problemas. Mejor, sin duda, mirar para otro lado. Un día, un señor por la calle, me paró y comenzó a contarme los tejemanejes que se producían en la empresa carbonera. Los tres o cuatro que leen este blog tendrían que estar horas y horas para leerlos. Hasta él, un veterano vigilante minero, acabó escandalizado y confesaba que lo mejor era que su ex empresa se cerrase. No te digo nada lo que habrá visto. En resumen, si Hunosa era capaz de doblegarse así es que no había control de ningún tipo. Se vivía por y para las órdenes de los sindicatos –principalmente, el Soma- que eran los jefes de la explotación. Y por supuesto, de personal ya que ellos decidían directamente a quién se contrataba o a quién no. Según, obviamente, el grado de fidelidad y parentesco con los mandamases de turno.

El sistema.
Y como gusanos que devoran una manzana, poco a poco, acabaron con ella. Incluso, como ven, robándose a sí mismos sin que parezca importarles mucho. Actualmente, quedan sólo cuatro pozos en funcionamiento, pero, así y todo, el sistema sigue. El Soma -pese al escándalo de Fernández Villa y sus 1,2 millones de euros aflorados en la regularización fiscal- continúa ganando elecciones sindicales. Casi sin pestañear. De hecho, en las últimas celebradas en noviembre del año pasado consiguió el 61,7% de los delegados que se elegían. Como digo, la fidelidad al sistema persiste aunque su líder más famoso haya quedado a la altura del barro. La familia es la familia y debe protegerse, aunque su miembro más notable haya resultado un garbanzo negro.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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