Triste: como una boda donde no hay invitados. Sin historia: como un partido de fútbol amistoso. Ventajista: como rellenar una quiniela el lunes. Así fue el congreso del Partido Popular gijonés. Una especie de cónclave organizado por y para los fieles a la parroquia, en el que no se escuchó ni una sola crítica. Y eso que había material de sobra para trabajar. Es más, hasta el informe de la calamitosa gestora que rigió los destinos de la agrupación durante 20 meses, fue aprobado por unanimidad. Si a eso, los participantes en el congreso, no tienen nada que decir, es que tragan absolutamente con todo. Recordemos que en octubre del año pasado se había celebrado el peor congreso del mundo: anulado por la Justicia y que terminó triturando lo poco que quedaba del PP gijonés. Desde entonces, la división entre los populares ha sido similar a la del Muro de Berlín. Dos posiciones completamente antagónicas sin posibilidad de reconciliación. Por un lado, su presidenta, Mercedes Fernández, quien parece mostrarse feliz haciendo el papel de la orquesta del Titanic: que no pare la música mientras el barco se hunde. Y por otro, sus críticos con el grupo municipal a la cabeza que, según cuentan, hasta han dejado de ingresar la asignación para el pago de la sede. En medio: un presidente recién elegido, Mariano Marín, que acaba de llegar. Todo voluntad y ningún bagaje detrás. Un año apenas de militante y ya presidente del PP gijonés: no se puede ir más rápido. Antes lo fue otro, David González Medina, que ni llegaba a los treinta años y acabó devorado por sus «pecados de juventud». Por lo visto, no debe ser tan difícil alcanzar lo que otrora fue un puesto de alta responsabilidad. Eso sí, entonces se llegaba a los doce concejales y el PP era la oposición por antonomasia en el Ayuntamiento de Gijón. ¡Qué tiempos! Ahora, tal y como se percibe, sucede todo lo contrario. Cuando no se quiere hacer un congreso de verdad -dando la voz a la militancia sin cortapisas ni tejemanejes- se acaba realizando en las urnas. Serán los votantes quienes pongan a cada uno en su sitio. De hecho, en su día ya sucedió cuando simpatizantes y militantes eligieron mayoritariamente a Francisco Álvarez-Cascos, debido a que el PP asturiano ignoró su voluntad. La dirección de los populares es el único animal político que tropieza dos veces en la misma piedra. La chapuza, sin duda, está consumada.
Fin de ciclo.
Cuentan que Winston Churchill mostraba a un joven diputado el Parlamento de la siguiente manera: «En frente, se sentarán tus adversarios políticos. Aquí, justo al lado tuyo, tus enemigos». Toma nota, Mariano Marín. Es lo que te vas a encontrar. Las facciones y luchas internas llevan años desangrando a los populares gijoneses. Es la lucha de Caín contra Abel. Ahora bien, todavía ninguna dirección regional se molestó en cambiar esta dinámica. Ha sido un «quítate tú para ponerme yo» durante muchas legislaturas. Quizá demasiadas. La actual presidenta, Mercedes Fernández, hizo exactamente lo mismo que sus antecesores cuando accedió al cargo: poner a su guardia pretoriana al frente, mientras se cargaba al resto. En ningún momento, se molestó en integrar a nadie. Fuego e ira fue lo que envió sobre Gijón y así le salió. Mandó a su casa a la anterior presidenta, Pilar Fernández Pardo, pero no quiso organizar un congreso regenerador. Tenía al enfermo en la UVI y, en vez, de operarle a corazón abierto, prefirió suministrarle calmantes. Ha acabado matándolo. El PP gijonés es hoy por hoy un zombi político que llegará a las urnas con lo que tiene. Ni más ni menos. De sus cenizas, espero, que surja de nuevo el partido que fue. Más le vale…