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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

El ángel caído.

Mientras Mariano Rajoy se dedica a vender la bondades de la recuperación económica, suceden cosas como éstas. Todo un vicepresidente del gobierno de Aznar detenido en su propia casa. Miren si no la foto. Impresionante. El que fuera todopoderoso ministro de Economía ayudado a entrar en un coche policial, como un reo cualquiera al que llevaran esposado hacia comisaria. Tremendo. El descrédito de Rodrigo Rato desde que dejó el Fondo Monetario Internacional ha sido de órdago. Su principal error, sin duda, aceptar la presidencia de Bankia. Una entidad ya muy tocada por los desmadres de su antecesor, Miguel Blesa, y que él contribuyó a hundir. No sólo por su actuación en  las «tarjetas black» -el mismo día que dimitió sacó 1.000 euros de un cajero- sino también por una salida a bolsa presuntamente fraudulenta. Están en juego, ni más ni menos, que 800 millones de euros de fianza que le ha impuesto un juez. No me extraña, pues, que una de las acusaciones que pesan sobre él sea la de alzamiento de bienes: intentar ocultar patrimonio para evitar responsabilidades. En todo caso, la detención de Rodrigo Rato, por mucho que se diga que no, es un torpedo en la línea de flotación del Partido Popular. Otro más, diría yo. Si no tuvieron bastante con el caso Bárcenas, ahora viene esto. Sí, ya sé que escucharan a todos desmarcarse de Rato como si no le hubiesen visto en la vida. No es verdad. Estaba considerado –aunque esté suspendido de militancia- como una especie de ángel. El ángel de la recuperación de la crisis del año 93. Un espejo en el que mirarse por su prestigio y buen hacer. El mejor ministro de Economía de la historia, llegaban a decir. Sin embargo, tal parece que ahora fuese el mismísimo demonio. Sus ex compañeros, aunque no lo digan, le desean lo peor. Que se dé un escarmiento sobre su persona para así evitar las culpas del partido. No le hacen más que reproches cada vez que se acerca un micrófono. Que si el que la hace la paga, que si todos somos iguales ante Hacienda, que si no se mira el carné a la hora de investigar. Ni a uno escuché defenderlo. Intuirle un mínimo de inocencia, porque, como dijo Esperanza Aguirre, en el PP nadie pone la mano en el fuego por nadie. Han sido tantos, y tan cuantiosos, los casos de corrupción dentro del partido que la confianza en las personas se ha perdido. Cada palo que aguante su vela. Del árbol caído… mejor que no te aplaste.

Combustible para Podemos.
Los populares salen muy tocados a casi menos de un mes de las elecciones autonómicas y municipales. Saben que es un varapalo muy gordo. Todo el camino avanzado por el discurso de la recuperación económica se lo ha tragado, como el pez grande al chico, la corrupción. Un solo caso como éste tiene más repercusión en el electorado que miles de personas abandonando el paro. Toda la estrategia seguida se va directamente a la mierda. Saber que un tótem se acogió a una regularización fiscal, después de la lucha contra el fraude que ha llevado a cabo el implacable Montoro, es algo insoportable. Deja directamente sin aliento a miles de votantes y simpatizantes. Y mientras tanto, los nuevos partidos siguen creciendo como la espuma. Ciudadanos y Podemos se frotan las manos. Sobre todo, estos últimos que llevan por bandera la lucha contra la casta. Para ellos, Rodrigo Rato era de la peor: la de los banqueros. Y verle así no deja de  producir una sonrisa de felicidad.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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