Lo de las puertas giratorias se ha hecho muy famoso. Podemos lo puso de moda al denunciar que, muchos ex cargos públicos relevantes (ministros, presidentes del Gobierno, etcétera), acaban formando parte de los consejos de administración en las empresas privadas. Algo, por supuesto, que da que pensar. Sin ir más lejos, todo el sector eléctrico español está trufado de ex. La razón es obvia: al tener tarifas reguladas necesitan de influencia y contactos para estar presente donde se toman las decisiones. Al Senado no le pasa exactamente lo mismo, pero sí algo parecido. No tiene importancia dentro del sistema legislativo porque es el Congreso donde se discuten las leyes. No tiene relevancia porque los grandes debates se producen en la Carrera de San Jerónimo. Si acaso, le pusieron una sesión de control al Gobierno, que instauró el presidente Zapatero, para darle un cierto lustre. Los senadores, aunque se eligen para representar a su comunidad, son designados por los partidos con criterios de lo más heterodoxo. Ejemplo: Bárcenas era senador por Cantabria y en su vida la había pisado. Por tanto, a la fuerza tenemos que ver al Senado como una cámara menor. Una especie de retiro dorado –en forma de puerta giratoria- que se da a algunos cuando se les quiere premiar. Y lo hemos vuelto a ver en las pasadas elecciones de mayo. Cuando el alcalde o presidente de turno es barrido por las urnas o en un pacto, ahí está el Senado para acogerlo como consuelo. Rita Barberá, ex alcaldesa de Valencia, o Alberto Fabra, ex presidente valenciano, recorrieron ese camino. Lo mismo que los socialistas Marcelino Iglesias o José Montilla. ¿Sirve entonces el Senado realmente para algo? La sensación ciudadana es que no. Aunque debería tener una función territorial no lo hace en absoluto. Siempre, ya lo verán, en cuanto llegan las elecciones, se habla de su reforma y demás zarandajas. Pero luego, cuando se constituye, nadie lo toca. Lo dejan ahí porque sirve como instrumento de jubilación anticipada.
En Asturias, este viciado proceso, también lo vivimos. El ex presidente asturiano, Vicente Álvarez Areces, por ahí anda: disfrutando de su última etapa en la política. Ahora, por designación de la Junta General, tenemos dos nuevos senadores: Fernando Goñi del PP y María Luisa Carcedo del PSOE. Dos políticos veteranos -ni se sabe cuánto llevan ya- a los que se manda al otro Benidorm. En diciembre, cuando se expongan las listas de los partidos al Senado, ya verán cómo de nuevo nombres ilustres (o desgastados) de la política la conforman. El ciudadano introducirá la papeleta marcada ya por el partido de turno en las urnas y… santas pascuas. Una legislatura más.