Al consejero de Educación, Genaro Alonso, le han llovido las críticas. Vamos, que algunos lo han puesto a parir por el simple hecho de comprometerse con la lengua asturiana. Ha cometido el gran pecado de inaugurar el curso escolar hablándolo en un instituto de Tapia, además de defender su impulso y divulgación. ¡Oh, qué terrible! Un consejero de Educación que defiende y usa el asturiano, que lo echen ya. Les faltó tiempo a los «amigos» del asturiano para poner el grito en el cielo. Poco menos que, según ellos, iba a imponer la «peligrosa» cooficialidad con nocturnidad y alevosía. Alonso y los bablistas, seguro que van a obligar a hablar en asturiano de un momento a otro: queramos o no. Además, lógicamente, esto le impide estar atento a otros problemas más importantes del sistema educativo, puesto que, al fin y al cabo, el asturiano (y su cultura) siempre deben ser lo último. Tiene que haber otras prioridades a la fuerza. No sé, por ejemplo, la implantación del chino como segundo idioma, que se estudie la dinámica de fluidos en el espacio o que los escolares de nuestro paraíso natural aprendan cómo la Mariposa Emperador emigra por Méjico. Pero, ¿el asturiano? ¿Para qué si es absolutamente inútil? ¿Pasaría algo si se pierde? Para ellos no. Es más, hasta alguno lo desea fervientemente. El caso es que las criticas a un consejero de Educación que defiende y usa el asturiano son sorprendentes. No sé, yo lo comparo con otras materias de gobierno y no encuentro parangón. ¿Acaso recibiría tantas críticas el consejero de Industria por defender la siderurgia asturiana? ¿O a la de Agricultura por mantener y preservar el campo y su idiosincrasia? Sin embargo, el asturiano amigos es otra cosa. Con simplemente nombrarlo a algunos ya les sale urticaria. Lo equiparan, por desconocimiento y maldad, con lo que están pasando en otros sitios y no tiene nada que ver. Me refiero, claro está, a independentismos y veleidades por el estilo. Suponen, en el pensamiento más absurdo que he visto en mi vida, que si la gente lo usa normalmente -como ya hace un importante porcentaje de la población- acabará creciendo el sentimiento separatista. Suponen, que si algún improbable día es cooficial será un auténtico desastre. A su implantación le atribuyen todos los costes económicos del mundo, además de que acabaremos por no entendernos los unos con los otros. Por favor, en la comunidad de los sobrecostes del Musel, del Palacio de Congresos de Calatrava, y el robo sistemático en el Niemeyer; igual el asturiano supone su ruina. Vamos hombre. Igual si algún día es cooficial se forma un galimatías lingüístico que impide la correcta comprensión. Venga ya.
De lo que estamos hablando, al final, es de más de lo mismo: prejuicios estúpidos y odio por lo propio. En eso se resume la historia de la lengua asturiana y su supervivencia: el mayor enemigo está aquí.
Nota: en la foto, el peligroso consejero, está intentando que Gabino de Lorenzo y al ministro de Educación hablen asturiano. Lo tiene claro.