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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Últimas firmas con Teresa.

La señora de la foto ni les sonará. Su cara es completamente anónima y no verán nada en especial que resaltar. Una persona más. Se llama Teresa Arellano y durante los últimos 25 años fue la secretaria de Rodrigo Rato. Así, además, era conocida por todo el mundo: «la secretaria de Rato». Junto a él, pasó de la gloria al barro y junto a él, ha tenido que declarar también en los juzgados. Resulta que Teresa Arellano era uno de los testaferros del conglomerado empresarial de «Don Rodrigo». Estaba como administradora de varias de sus sociedades. «Teresa», firma aquí que no es nada. Con lo que te queremos no te vamos a poner en un compromiso», le diría el señorito. Y Teresa firmaba, ¡vaya si firmaba! Tal era su fidelidad que no había ni sábados ni domingos ni festivos. Siempre al lado del «señor Rato». Hasta en los últimos tiempos, fíjense, «Don Rodrigo», no le pagaba el sueldo y su devoción hacia él  en absoluto se veía alterada. Eso sí, la imagen del «señor Rato» se vino abajo, cuando, tras varios meses de impagos, este verano le vio por Mallorca en todos los periódicos. ¡Qué desilusión! No había dinero para ella y sí para vacaciones glamurosas con su novia. A Teresa la policía le dio un buen susto cuando irrumpió por sorpresa en el despacho de su jefe. Querían saber de las más de 40 empresas que están relacionadas con el ex ministro. En la investigación que se está llevando a cabo hay tres testaferros –uno de ellos Teresa, claro- y un entramado empresarial con vinculaciones en Gibraltar y otros paraísos fiscales. Todo ello, para quien, según el PP, fue el mejor ministro de Economía de la historia de España. Las investigaciones, cuanto más avanzan, nos señalan que todo lo que tocaba el «señor Rato» se pudría. En Bankia, presuntamente, llegó a cobrar comisiones por adjudicar contratos de publicidad. Consiguió un crédito de 2,7 millones de euros para una de sus empresas con suma facilidad, además, claro está, de lo de las «tarjetas black»: gastos en tiendas de lujo a tutiplén o más de 17.000 euros en efectivo que llegó a retirar de los cajeros.

Seguramente, Teresa Arellano pensó que todo esto era un atropello. Una persecución política a la que se veía sometido su jefe presa de las envidias de los mediocres y otras cuitas. Después de tanto poder, ahora tanta mierda. Supongo que habrá caído del caballo como San Pablo de Tarso. Se habrá dado cuenta de que ella también participó, quizá sabiéndolo o no, de las tropelías del «señor Rato». Tantos años siendo casi como de familia y ahora esto.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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