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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Hartos del Musel.

¿No están ustedes hartos de la obra de ampliación del Musel? ¿De que constantemente se esté hablando de ella y no precisamente para bien? A mí también me pasa. Sin embargo, nos queda «superpuerto» para rato. Desde luego, estamos ante una investigación a conciencia por parte de la Audiencia Nacional. Menos mal. El pasado viernes la fiscalía pidió la imputación de 16 nuevos responsables de la UTE Dique Torres, a la postre, quien realizó la obra. A eso hay que sumar el expresidente y exdirector de la Autoridad Portuaria, el excalde del Ayuntamiento de Carreño y los exgerentes de la constructora. En resumen, toda una recua de presuntos implicados en una trama que no para de crecer. Pero, además, un organismo tan vital como la Oficina Europea Antifraude (Olaf) –quien abrió la caja de Pandora con su informe, recuerden- se ratifica en la denuncia. Para los técnicos de la Olaf hubo más de 68.000 pesajes falsos de camiones durante la obra. Y lo han dicho, no ya en un papel, sino ante el juez. Siguen sosteniendo que hubo trampa con los camiones, en las canteras e, incluso, con la propia licitación. Vamos, que para ellos los 198 millones de euros en subvenciones deberían ser reintegrados de inmediato. La Olaf sigue afirmando con firmeza que existió convivencia entre el Puerto y los responsables de la obra. Ahí es nada. Por todo ello, el hartazgo ciudadano con la ampliación del Musel es más que evidente. No ya sólo por un sobrecoste que la sitúa por encima de los 700 millones de euros, sino también por que la nómina de presuntos implicados no para de crecer. Es como una mancha (negra) que parece abarcarlo todo. Además, y por si fuera poco, queda por dilucidar una denuncia planteada por la UTE Dique Torres por importe de 324 millones de euros. Si esto saliese adelante, el «superpuerto» acabaría sobrepasando con creces los 1.000 millones. Tenemos, pues, que empezar a hablar de una chapuza colosal. La obra del Musel –lejos de relanzar la economía asturiana- se ha transformado en su pesadilla. Una especie de laberinto del cual resulta difícil salir. En el Puerto, apenas hablamos de crecimiento, nuevos tráficos o líneas de negocio para el futuro. Todo lo que nos viene de allí es negativo: contaminado por la dichosa ampliación. Y lo malo es que no se ve, ni un final cercano, ni indoloro. Tendremos que seguir haciendo de tripas corazón con todo lo que vamos a escuchar en lo que resta por investigar.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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