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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Y ahora, ¿qué?

Varapalo judicial en toda regla a la depuradora de El Pisón: el Tribunal Supremo ha tumbado de forma definitiva la obra. Los vecinos le han ganado la batalla a la administración después de siete años. La pieza que faltaba para completar nuestro eterno saneamiento –comenzó en 1992 con Josep Borrell como ministro- no se va a poner en funcionamiento. Tendrá, en el mejor de los casos, que esperar a una nueva legalización; si no acaba siendo demolida. Gijón seguirá, durante bastante tiempo, sin cumplir con la normativa europea sobre aguas residuales. En la zona Este, existirá una planta de pretratamiento –conocida como «la Plantona»- pero sin la añorada Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR). O lo que es igual: el emisario de Peñarrubia continuará emitiendo aguas fecales mar adentro. Vaya palo. El caso es que esto se veía venir. Han sido tres tribunales –el Superior de Justicia de Madrid, la Audiencia Nacional y ahora el Supremo- los que han puesto en cuestión el emplazamiento elegido para la EDAR. El problema en la elección de su ubicación no viene de ahora, sino de hace mucho tiempo atrás. Pese a todo, se siguió con las obras incluso cuando existía una orden de paralización sobre las mismas. El resultado: que 36 millones de euros de inversión están en el aire. Puede suceder exactamente lo mismo que con la regasificadora del Musel: la planta se terminó en 2012 y nunca se ha puesto en marcha. Pregunto, ¿tendremos que organizar visitas guiadas –como con la susodicha instalación gasística- para enseñar a los escolares lo que es una EDAR? ¿Vamos a tener que pagar de nuevo – o vía recibo de la luz, o mediante impuestos- otra infraestructura fallida en nuestra ciudad? No sé, pero las cosas pintan mal. Por mucho que se empeñe el Ministerio en intentar legalizar la depuradora, tal parece que los vecinos van a volver a salirse con la suya. Mientras tanto, la Unión Europea presiona. Seguimos incumpliendo su normativa y ello podría conllevar multas importantes al Estado. Y lo peor: que nuestras playas –incluida San Lorenzo, el símbolo de Gijón- van a seguir rodeadas de un cinturón de aguas residuales. Acérquense a Peñarrubia y vean el color del mar. Las natas que se forman. El aspecto desagradable de las manchas que rodean la salida del emisario submarino. El profundo rechazo que produce, mientras se da un bonito paseo por la costa, el entrar en esa  zona. Pues… es lo que hay. Y por lo visto, durante bastantes años más.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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