Tan importante es el quién como el cómo. Se necesita saber quién nos va a gobernar, pero también con qué programa. En este sentido, los documentos aportados tanto por el PSOE como por Podemos, inciden en una cosa: aumentar el gasto público hasta el infinito para así llevar a cabo sus políticas. El último que conocimos, el de Pablo Iglesias, propugna una subida en el gasto de 96.000 millones de euros: más o menos sobre 9 puntos del PIB. Para ello, nos dice que bastaría con aumentar la recaudación mediante su receta clásica: que paguen más los ricos. El problema está en quién considera Podemos como gente pudiente. Para ellos, el incremento en el IRPF iría ya a partir de los 60.000 euros anuales. Cantidad que cualquier profesional medianamente cualificado –un notario, médico o arquitecto, por ejemplo- superaría sin ningún problema. Además, aunque se fría a impuestos a la clase media –consecuencia inevitable de tanto dispendio- dudo mucho que se pudiera llegar a sufragar semejante orgía. Tengan en cuenta que el programa de Podemos prevé aumentar el gasto a un ritmo de 24.000 millones de euros anuales. Es inevitable, pues, que la deuda española –muy cercana ya al preocupante 100% del PIB- siguiese creciendo hasta límites insostenibles. Pedro Sánchez, por su parte, aunque con tonos más moderados, también mantiene esa misma línea en su política económica. El documento presentado por el PSOE no contempla ni una sola medida de reforma o contención en el gasto público. Todo lo contrario, propone eliminar el objetivo de déficit cero establecido en la Ley de Estabilidad Presupuestaria; así como suprimir los niveles de gasto que dicha ley impone a las comunidades autónomas. Con barra libre para las autonomías, imagínense a dónde nos puede llevar el político de turno en su feudo. Y por si fuera poco, pretende negociar con Bruselas una rebaja en los objetivos de déficit (2,8% para 2016) con el mismo objetivo. Todo ello, justificado por la situación de «emergencia social» –el nuevo mantra que parece invadir la política- que vive el país. En resumen, habrá que fijarse mucho en qué tipo de política quiere llevar a cabo el nuevo gobierno que se forme. Todas las reformas implantadas hasta ahora –incluso las más tímidas- parecen estar condenadas.c. Más bien, la antesala de una nueva etapa de penurias.