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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Dando vueltas.

Esto se hace demasiado largo. ¿De verdad era necesario darse dos meses desde la fallida investidura de Pedro Sánchez para ver si alguien se pone de acuerdo? Si todo el mundo está esperando, como tal parece, a una solución de última hora, ¿por qué no ahorrarnos todo este tiempo estéril que no va a ningún sitio? ¿No se puede acaso acortar este impasse al ver que nadie cede? Fíjense, en este bucle en el que estamos inmersos, hasta ha dejado de ser noticia la propia formación de gobierno. Lo es mucho más los líos internos de los partidos. Mariano Rajoy, como siempre, parece no tener prisa. Iba a llamar a Sánchez antes de Semana Santa pero lo pospuso. Las vacaciones, sin duda, hay que disfrutarlas. Dice que espera a la reunión de éste con Podemos para hacer algo. Mientras tanto, las voces en el PP que le cuestionan van creciendo: José María Aznar habla incluso de «nuevos liderazgos» en su presencia. La (no) estrategia llevada a cabo desde el 20-D le pasa factura. Pablo Iglesias e Iñigo Errejón acaparan titulares. Su desencuentro, con los sucesivos ceses fulminantes y nombramientos, tuvo más repercusión que la propia dinámica de una posible negociación. Podemos sigue insistiendo en formar un gobierno «a la valenciana», pero está mucho más preocupado por las cuitas internas. Divisiones y fracturas que ponen en peligro la unidad del proyecto. Pedro Sánchez, por su parte, se debate entre alianzas imposibles y la vorágine de su partido. La sombra de Susana Díaz y su candidatura le acecha. Sánchez quiere unir agua y aceite –Podemos con Ciudadanos- vendiendo mercancía atrasada: un documento que cada día está más caduco. Quiere hacer alquimia, convertir en oro lo que no es más que un trozo de metal, pero no le resulta nada fácil. De reojo mira (y cambia) la fecha del congreso del PSOE para ver si logra ser Presidente. Y ayer, su esperada reunión con Pablo Iglesias, acabó en nada. Pura ficción. Ni siquiera el supuesto ofrecimiento de Iglesias a no estar en un hipotético ejecutivo es relevante: nadie se creía que el de Podemos acabase de Vicepresidente y con la mitad de las carteras. Estamos donde estábamos: dando vueltas. Podemos ahora quiere que Ciudadanos –por activa o pasiva- apoye el «Gobierno del 161»: suma de los diputados de PSOE, el propio Podemos e IU. Poco menos que les está pidiendo un imposible, que se suiciden políticamente. La luz al final del túnel, si la hay, no se ve ni por asomo.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


marzo 2016
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