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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Apoteosis y farsa final.

La propuesta de última hora de Compromís para formar Ejecutivo era un refrito. Mercancía pasada que se intenta vender como de temporada. El famoso «gobierno a la valenciana» que tanto proclamó Podemos, esta vez, en formato corto. El problema es que el PSOE –en una alocada rueda de prensa de su portavoz en el Congreso, Antonio Hernando– le dio visos de credibilidad. Cuando Hernando dijo que aceptarían 27 de las 30 propuestas del «Acuerdo del Prado», la noticia de un posible gobierno corrió como la pólvora. Los socialistas dieron la impresión de que se habían pasado al otro lado. El presunto pacto, ilustrado con una foto difuminada por ordenador del Retiro madrileño, contenía medidas que eran imposibles de cumplir. Inasumibles a todas luces. Los 60.000 millones de euros de aumento en el gasto público de Podemos –que ahí están ce por be dentro del acuerdo en forma de emergencia ciudadana- representan un buen ejemplo. Sin embargo, el PSOE de forma inexplicable entró al trapo y le dio alas. Tuvo que ser Pedro Sánchez, después de su entrevista con el Rey, quien bajó el suflé corroborando que estamos abocados a elecciones. Antes, Pablo Iglesias, aunque no lo demostrase, se sentía contrariado por las formas. No había conocido la propuesta con anterioridad y eso que Compromís, en teoría, es socio. Los valencianos habían llevado el documento recién parido a la ronda de consultas con el Rey sin encomendarse a nadie. O quizá sí, a Iñigo Errejón. La líder y vicepresidenta de la Generalitat Valenciana, Mónica Oltra, al ver la contraoferta socialista con un gobierno presidido por Sánchez y formado por independientes dijo: «¿Pero de qué van, con 90 diputados?» Su acuerdo-experimento acababa de forma lamentable. Por otra parte, como no podía ser de otra manera. Un grupo de cuatro diputados difícilmente puede tejer acuerdos para crear una mayoría. La realidad se iba imponiendo poco a poco y volvía el camino electoral. Al final, la sensación con la que nos quedamos es que hemos estado ante un tiempo político, ya no sólo perdido, sino también en cierta forma ridículo. La burbuja que se creó ante un acuerdo inverosímil así lo demuestra. El que se intentase colar in extremis algo tan absurdo como el «Acuerdo del Prado» nos dice hasta qué punto hemos  llegado. Cuando la política falla –y es lo que ha hecho durante todos estos meses- se acaba creyendo en cualquier cosa.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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