Piensen en una calle. Luego amplíen su radio de acción a dos o tres más. Formen una especie de círculo y se encontrarán irremediablemente con una obra. Será pequeña o grande, en la acera o el asfalto, para meter conducciones o reasfaltar algo, se habrá desarrollado o estará por hacer… pero, efectivamente, en Gijón las obras se multiplican como setas. Casi sin previo aviso y de forma anárquica en la mayoría de las ocasiones. Puede incluso, como ya sucedió cuando se arregló un tramo de la calle San Bernardo, que se dé una confluencia tal que haga el tráfico imposible. Formando un caos que es difícil de ver en una ciudad como ésta. Nuestro Ayuntamiento anunció hace poco que iba levantar la calle Asturias. A eso hay que añadir que la calle Instituto, para su desgracia, tal parece el escenario de un conflicto bélico. Las de Aguado, con una peatonalización más que discutible, se hacen tan eternas que no acaban nunca. Y queda todavía, que es una reforma de enjundia, la de Marqués de San Esteban. Además, hay proyectos previstos que afectan a más de 29 viales. Vamos, que no se libra ni un barrio. En Nuevo Gijón, Pumarín, Natahoyo, La Calzada, Montevil o Contrueces nadie estará ajeno a las molestias que producen. Agreguen a eso que también les va a tocar a los parques: el de Isabel La Católica se lleva 482.000 euros del presupuesto, o La Serena en el Llano 350.000. Súmenle las que yo llamo «micro obras». Es decir, aquéllas realizadas por empresas que crean o mantienen una red de suministros determinada. Últimamente, casi todas tienen que ver con la telefonía. Alguna vez, por curiosidad, le he preguntado a los operarios por qué levantaban una calle que hacía poco habían puesto patas arriba. La respuesta siempre fue la misma: es que yo soy de otra compañía. En resumen, que bien sea por acción municipal o privada las calles, nuestras calles, acaban convirtiéndose en una especie de «Gymkhana». O sea, que constantemente tienes que salvar obstáculos –zanjas, vallas, agujeros y demás- a un lado u otro. Vale, que sí, que luego queda muy bonito y para hacer una tortilla hay que cascar huevos. Ahora bien, yo pregunto, ¿no se pueden dilatar más en el tiempo para que no coincidan? ¿No se pueden coordinar mejor? ¿Es necesario acometerlas todas a la vez? Sin embargo, de remodelaciones tan necesarias como las de la avenida Pablo Iglesias o Manuel Llaneza nada se sabe. Fueron paradas buscando un consenso en su diseño y ahí siguen.