Vengo sosteniendo desde hace tiempo que el electorado asturiano es muy conservador. Es decir, que aquí los cambios no llegan o lo hacen con mucho retraso. Exactamente igual que pasa con los ciclos económicos. A mitad de campaña y según todos los sondeos, la situación tras estas nuevas elecciones va a ser similar a la del 20-D. O sea, que la distribución de escaños sería tres para el PP-Foro, dos se llevaría Unidos Podemos, otros dos el PSOE y uno Ciudadanos. Clavada, pues, a la que se dio en diciembre del año pasado. El famoso «sorpasso» sería sólo a medias: la coalición entre IU y Podemos adelantaría a los socialistas en la suma total de votos, pero no en diputados electos. A la postre, lo realmente importante. Tal parece como si en nuestro paraíso natural, Unidos Podemos estuviese pagando esas discrepancias internas más que evidentes entre sus socios. Esto es, que la difícil unión entre IU y Podemos en Asturias no llegase a cuajar por culpa de tener una historia detrás llena de enfrentamientos. O dicho de otra manera: como si  el votante de IU se mostrase receloso y considerando que se entregaron las llaves de una casa que todavía estaba en buen estado. Y, efectivamente, así es en Asturias como lo demuestra sus flamantes cinco diputados en el Parlamento. Sin embargo, el problema está en el resto de España donde ya no quedan ni los cimientos. En cambio el PSOE –pese al desplome que se le pronostica-  resiste. No me extraña que Pedro Sánchez venga voz en grito con el «No pasarán». Para él, emulando a Pelayo, el territorio astur es donde comenzó la reconquista, ya que junto con Andalucía son las únicas comunidades que le amortiguan la presunta debacle. Los reductos de su amada socialdemocracia. Por su parte, la bonita amistad que unió a PP y Foro parece que se consolida. Vuelve a obtener la victoria en número de escaños e incluso en votos donde alcanza un mayor porcentaje. Sin duda, lo que las urnas unió es difícil que se deshaga de cara a futuros comicios. Por último, Ciudadanos se mantiene. Ni más ni menos. Posiblemente estemos ante su techo electoral. Lo mismo que la política asturiana que se mueve siempre en las mismas direcciones. Con cambios mínimos, a veces insignificantes, y girando alrededor de un eje eterno: el de una izquierda y derecha en el sentido más clásico del término. Blanco o negro, a un lado u otro, sin marrones ni tonos intermedios. A esta vieja Asturias nuestra, ¡ay, cuánto le cuesta renovarse!