Las encuestas previas a este 26-J han fallado. Yo diría que de forma lamentable. Han resultado, visto lo visto, papel mojado. Mercancía completamente falsa. Todo el mundo esperaba una cosa, pero ha salido otra bien distinta. El gran ganador de la noche ha sido el PP. Más en concreto, Mariano Rajoy. Su estrategia ha logrado succionarle votos sobre todo a Ciudadanos. Ha conseguido subir casi tantos escaños (14 diputados), como los que ha perdido la formación naranja (8) y el PSOE (5). Está claro que la llamada al voto útil de los populares durante la campaña funcionó, mientras que los escándalos de escuchas o corrupción no le han afectado. Es más, si me apuran hasta el cataclismo europeo del pasado jueves con el «Brexit» le ha venido bien. En cualquier caso, es el único partido de todo el arco parlamentario que ha ganado diputados y eso se puede vender. El PSOE, por contra, baja en número de diputados (5 menos) pero sigue vivo. Unidos Podemos no ha conseguido «sorpassarle» y esto es muy importante. Habrá que aceptar que Pedro Sánchez, como líder político, tiene más vidas que un gato. Si me apuran es un caso único: capaz de obtener mínimos históricos y salir siempre con la sensación de que es un triunfo. La noche, según la demoscopia, iba a resultar toda una tragedia griega y no ha sido así. En cambio, a Unidos Podemos le ha sucedido todo lo contrario. Ganador en los sondeos y derrotado en las urnas. La suma de Podemos e IU no ha producido el efecto multiplicador esperado. Más bien, se ha quedado exactamente igual que estaban. Muchos se preguntarán si para este viaje hacían falta tantas alforjas. Decepción e incredulidad era la sensación que predominaba en la formación morada. Por último, mal Ciudadanos. Una parte de su electorado se le ha ido. No ha entendido esa indefinición –ni a un lado ni a otro- que ha propuesto Albert Rivera. Es un varapalo para Ciudadanos bajar de esta manera. Cuando se aspira a ser una alternativa, no se puede sufrir una caída de este tipo. Es un revés muy importante. Pues bien, en general, después de las elecciones uno tiene la sensación de que la cosa queda igual que el 20-D. Es decir, que ni siquiera una coalición de dos partidos puede formar gobierno. Se necesitan al menos tres. Agárrense, pues, que vienen curvas. Otra vez los partidos minoritarios van a tener mucho que decir. Otra vez veremos meses de idas y venidas, pactos y reuniones con el Rey. ¿Terceros comicios? Espero que no, aunque el panorama sigue tan complicado como antes.