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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Tutela de hierro.

Puertos del Estado controla El Musel como acreedor que es. Digo más, lo hace sin cortarse un pelo. Está presente en todas y cada una de las decisiones que se intentan tomar desde Gijón, y no tiene ninguna duda a la hora de bloquear la presunta autonomía portuaria. Fíjense si no lo que sucedió el pasado jueves. En el consejo de administración que se celebró, el represente del Ministerio de Fomento, enfrió completamente las tres propuestas realizadas desde la propia Autoridad Portuaria. A la postre: el rescate de la rula, la refinanciación de la deuda y, sobre todo, la construcción de un hotel de lujo en nuestra ciudad. Esto último, lo de alquilar la antigua sede del Puerto para convertirla en un cinco estrellas, sin duda, es lo más llamativo. Como saben, el edificio del Muelle lleva tiempo vendiéndose. En concreto, más de un año sin que nadie se interese por él. La oferta de una cadena hotelera para explotarlo mediante una fórmula de alquiler a 50 años, no parece que encaje en los planes de Fomento. Más bien, lo que quieren desde Madrid es pasta. Dinero contante y sonante con el que reducir la abultada deuda. El problema, insisto, está en que no hay compradores a la vista. En Gijón lo que sobran son edificios de postín y lo que falta es inversión. Ahí tienen, por ejemplo, la antigua sede judicial de la calle Decano Prendes Pando. Si alguno de ustedes tiene disponibles 10,2 millones de euros, puede adquirir el inmueble en pleno centro. Oportunidad única que nadie parece querer aprovechar. Incluso hasta le han rebajado el precio -se empezaron pidiendo 11,3 millones-, pero, así y todo, el Principado sigue sin recibir ni una sola oferta. Exactamente igual que los juzgados de Donato Argüelles que ahora se valoran en poco más de 900.000 euros. Y sobre las parcelas del plan vías, mejor ni hablamos: salieron por 70 millones -y eso que supuestamente eran un caramelo- pero ahí están. Pregunto, ¿por qué Puertos del Estado desdeña la oportunidad de sacarle una rentabilidad a un edificio que se está deteriorando? Si estamos viendo que las grandes operaciones inmobiliarias están paradas, ¿por qué desperdiciar esta ocasión –excelente para nuestros intereses turísticos- a la espera de que el mercado recupere el dinamismo perdido? Al fin y al cabo, es la misma estrategia que utilizaron numerosos particulares con los inmuebles que no lograron vender: alquilarlos a la espera de tiempos mejores. En fin, no sé si esto se ve así a quinientos kilómetros de distancia. Desde aquí, por lo menos, está muy claro.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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