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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

El sobrecoste infinito.

El informe del Tribunal de Cuentas sobre la obra de la ampliación de El Musel es impactante. No voy a decir demoledor, porque eso ya lo fue otro: el de la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude. Sin duda, origen de todo este proceso de revisión que está viviendo la mayor obra civil realizada en Asturias. La fiscalización del Tribunal de Cuentas deja clara dos cosas: una, que la infraestructura estaba mal planificada ya en su origen y dos, que su gestión fue una chapuza lamentable. Según el Tribunal, la obra de ampliación tenía un diseño defectuoso desde el principio. Es decir, se motivó la construcción de esta infraestructura en base a una expectativa de tráfico – y también de ingresos para la Autoridad Portuaria, claro- demasiado optimista. Tanto, que jamás se dio ni por asomo. Empezamos bien. Y a partir de ahí, esto es, cuando ya comenzó el trabajo en sí, el desmán fue absoluto. Una espiral continua de aumento en el gasto que nadie fue capaz de controlar. El precio de los materiales –pese a estar cerrado en contrato- subió un 76% más del inicialmente previsto. Siguió durante la ejecución -¿se acuerdan de aquellos temporales del Cantábrico, el tráfico de camiones, los pesajes, etcétera?- y hasta la asistencia técnica se vio afectada por semejante orgía: fue un 125% mayor de la inicialmente prevista. Resultado: lo que estaba adjudicado en 579,2 millones de euros ha acabado –ojo, que todavía hay una reclamación pendiente de la UTE Dique Torres- en 703. Consecuencia: la deuda cifrada a finales de 2014 por el Tribunal de Cuentas asciende a 465,7 millones de euros. Una losa, una auténtica piedra atada al cuello de El Musel, que le asfixia e impide si quiera moverse. Es más, como quiera que a partir de este año toca amortizar el préstamo del Banco Europeo de Inversiones, la situación financiera todavía irá a peor. Los intereses y la amortización se comerán los presuntos beneficios generados durante muchos años. Sin embargo, lo indignant es que esto estaba planeado ce por be. En el primer consejo de administración que realizó la UTE, se decía así de claro: querían ir negociando los sobrecostes y eso que ni siquiera habían comenzado. Algo parecido a lo que sucedió en el canal de Panamá, pero allí las autoridades no tragaron. En cambio aquí se dijo que sí a casi todo, hasta que la situación resultó insoportable. Se formó una bola de gasto de tan colosales dimensiones que, incluso, a día de hoy, no sabemos muy bien dónde acabará.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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