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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Mimetismo yihadista.

Veo la foto del autor de la masacre de Niza y me parece un tipo normal. Mohamed Lahouaiej Bouhlel, que así se llamaba, tenía 31 años, pelo corto y rasgos afilados. No esperen a alguien con barba larga, túnica hasta los tobillos o similar. Nada, absolutamente nada, nos haría sospechar de él. Vivía en el barrio de Le Rouret, una zona obrera del norte de Niza. En su apartamento, situado en el piso 12º, sólo hay desorden. Ningún símbolo religioso, banderas de grupos terroristas o simpatía alguna por extremistas. Sin embargo, el pasado 14 de julio cometió una auténtica matanza. Llegó en bicicleta hasta un camión que previamente había alquilado, y arrasó el paseo marítimo de Niza llevándose 84 vidas –junto con otras tantas pendientes de un hilo- a su paso. Imagínense, no sé, que esto mismo sucediera aquí. La noche de los Fuegos de Begoña en Gijón, o durante las fiestas de San Mateo en Oviedo. Sólo con pensarlo… Me pregunto qué es lo que le ha llevado a hacer semejante barbaridad. En principio, y según los servicios secretos franceses, no hay vínculo directo con el autodenominado Estado Islámico (ISIS en inglés). Pese a que este sanguinario grupo ha celebrado la barbarie y terminó reivindicándola casi dos días después. Los vecinos y familia de Lahouaiej aseguran que no era un hombre religioso. Más bien, todo lo contrario. Bebía alcohol con profusión, estaba en proceso de divorcio de su mujer por malos tratos, y la comunidad musulmana ni lo conocía. Vamos, que no pisaba una mezquita ni por asomo. No estamos, pues, ante un fundamentalista cualquiera: un «lobo solitario» que llaman los expertos. No parece que tuviese manuales con instrucciones detalladas a seguir, ni que gritase «Alá es grande» a la hora de cometer la atrocidad. Tal parece como si su motivo principal hubiese sido la frustración. Eso sí, ejecutada el más puro estilo yihadista. Quien sabe si este tipo, ante sus problemas personales, decidió vengarse del mundo la noche del jueves. Quien sabe si lo único que hizo fue copiar un «modus operandi», difundido mil veces en los videos y propaganda de ISIS. Entonces, la conclusión es clara: podemos ser objetivo de cualquiera por fanatismo o simple mimetismo. Y a los estados, ante este abanico de posibilidades, les es más difícil que nunca defendernos. Francia tiene 10.000 soldados en las calles y la propia ciudad de Niza posee protocolos contra ataques químicos o nucleares. Ahora bien, lo que nadie podía prever es que un simple camión pudiese organizar semejante carnicería.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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