Ya está en marcha la XII legislatura. Congreso y Senado se acaban de constituir, tenemos presidentes para ambos y, sobre todo, una vicepresidencia relevante. Me alegro de que Ignacio Prendes, el diputado de Ciudadanos, sea el nuevo Vicepresidente Primero de la Cámara Baja por dos razones. Primera, porque es asturiano y segunda, que es de mi quinta. Una generación que ya consideraba casi perdida para los puestos importantes. Dicho esto, ha comenzado con formas más moderadas. Los señores diputados (y senadores) son nuevos pero no novatos. Algo, digo yo, habrán aprendido de la corta pero intensa etapa anterior. Eso sí, nos regalaron una buena dosis de esperpento a la hora de prometer el cargo. Versos de Miguel Hernández, juegos de palabras con países y gente, o compromisos con el pueblo. En fin, espero que esto algún día se normalice. La fórmula de juramento (o promesa) debería ser igual para todos y punto. Ana Pastor, la nueva Presidenta, se reunió ayer con el Rey para poner en marcha el reloj. Ahora le toca a su Majestad comenzar la ronda de contactos. Hasta ahí, repito, todo son buenas noticias. Sin embargo, lo malo es que no hemos avanzado un ápice con respecto a lo ya vivido. Y a estas alturas, todavía no sabemos muy bien si tendremos gobierno. Ni siquiera dos puestos en la Mesa de Congreso han logrado cambiar la abstención de Ciudadanos para la sesión de investidura, e incluso amenazan con un no si el PP pacta con los nacionalistas. La formación naranja –cuando se negoció la formación del órgano parlamentario- puso bastantes reticencias a diferentes nombres. Ni María Dolores de Cospedal, ni Jorge Fernández Díaz, ni José Manuel García-Margallo entraron por el ojo de los del Albert Rivera. ¡Imagínese lo que puede pasar a la hora de elegir un Ejecutivo! Va a ser casi como deshojar una margarita: éste sí, éste no. La estrategia popular pasa por obtener el voto afirmativo de Ciudadanos para forzar al PSOE. Carambola que incluso puede no salir bien. Los socialistas han dicho –sin mucho entusiasmo, la verdad- que si Mariano Rajoy obtiene apoyos pasarían a valorar la abstención. Es decir, que es posible que Ciudadanos cambie de opinión y el PSOE siga con su no. Además, está el runrún de que ante un fracaso en la investidura lo pueda intentar Pedro Sánchez. Una opción políticamente suicida, pero factible de forma matemática. Resumiendo: que una vez pasada la euforia de este primer acuerdo, volvemos a la dura realidad. Ésa que dice que a día de hoy, no se ve ni por asomo un gobierno estable.