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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Lo que hay.

Les cuento lo que le ocurrió a un famoso músico. Estaba ante el concierto de su vida. El teatro lleno a rebosar, los críticos en primera fila y la mejor orquesta del mundo a su disposición. Nada más empezar se rompió una cuerda de su violín. El público suspiró al ver cómo toda la interpretación se iba a ir al traste. Sin embargo, el violinista continúo como si nada hubiera pasado. Ejecutó las piezas con una maestría excepcional y su concierto fue un rotundo éxito. Preguntado al final sobre por qué no decidió parar, respondió lo siguiente: «Uno siempre tiene que arreglarse con lo que hay». Pues bien, la anécdota refleja perfectamente cuál es mi pensamiento acerca de los terrenos liberados por el plan de vías. Me refiero, claro está, al conocido como el «solarón». Hay un runrún por ahí que viene a decir que se debería dejar como parque –el uso que tiene actualmente- y no venderse para financiar las actuaciones pendientes de nuestro eterno levantamiento de la barrera ferroviaria. A algunos, entiendo, les puede parecer que este espacio recientemente acondicionado es la leche, el no va más. Sin embargo, en el fondo no deja de ser una zona verde vulgar, tres pasos nuevos de interconexión entre barrios y quince bancos (que los conté). Es decir, muy poco para lo que debería ser un parque como Dios manda. Y si no pregúntese, ¿dónde está la zona de juegos infantiles? ¿Dónde una fuente? ¿Dónde los árboles o las flores? El problema es que este área «low-cost» nos parece mucho en comparación con lo que teníamos antes: suciedad e incluso hasta ratas. Ahora bien, si tengo que elegir entre una escueta pradera –eso sí, muy bien situada- y la posibilidad de tener por fin una estación intermodal en Gijón; en fin, prefiero lo segundo. Entre poner en marcha el túnel del metrotrén –ignominia colectiva de esta ciudad- o que el parque del Tren de la Libertad continúe, ¡qué quieren que les diga!, me quedo con lo primero. Sí, ya sé que lo bueno sería poder gozar de las dos cosas a la vez: la zona verde y una estación a pleno funcionamiento. Ahora bien, seamos sensatos. Ningún Gobierno central va a renunciar al dinero de las plusvalías que generan esos terrenos. Ninguno se va a rascar el bolsillo para pagar la totalidad de las obras que faltan. El equipo de gobierno municipal, en cambio, piensa que es posible y así lo ha dicho esta semana. La verdad, no sé cómo. Saben de sobra que el Ministerio de Fomento cuenta con la venta de los solares como piedra angular del todo el proyecto. Sin ello, no va a haber plan de vías que valga. Es lo que hay.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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