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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Pánico fecal.

Tampoco me sorprendió demasiado. Tarde o temprano, estaba visto, tenía que suceder algo así. Me refiero, claro está, al incidente que tuvo lugar el pasado domingo y que todos dimos por sentado que se trataba de un vertido. Esa mancha, de  color blancuzco y aspecto desagradable, se apoderó de la costa oriental hasta producir cierta psicosis entre los bañistas. Su presencia amenazante obligó a cerrar la cercana playa de La Ñora que, aunque no pertenezca a Gijón, se vio profundamente afectada. Digamos, pues, que Villaviciosa dio por hecho que pagaba la falta de saneamiento de sus vecinos. El mismo al que no se le acaba de dar una solución después de, ojo, casi un cuarto de siglo dándole vueltas. Mientras se dilucida la legalidad de la Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) en los tribunales, seguimos emitiendo al mar los desechos de 150.000 personas sin ningún tratamiento. ¿Acaso creíamos que una mezcla de algas rojas invasoras, restos de medusas y espuma de mar –según los análisis realizados por la EMA- no nos iba a asustar? Pues sí, y menos mal que el conglomerado flotante se ha producido durante el mes septiembre. Con la gente más bien pensando en volver al trabajo –o al colegio los niños- que en otra cosa. Imagínense lo que podría haber sido si este “pánico fecal”, en vez de tomar esa dirección, acaba recalando en San Lorenzo. ¡A ver qué explicaciones les íbamos a dar a los turistas! ¡A ver cómo íbamos a convencerles de que era la naturaleza, y no la falta de depuración de nuestras aguas residuales! Las dimensiones mucho menores, tanto de la playa de La Ñora como Estaño, mitigaron en buena parte su efecto. Porque, vuelvo a repetir, si llega a suceder en nuestros atiborrados arenales durante el verano se hubiese convertido en una auténtica catástrofe. Esto es un susto con una clara advertencia: así no podemos seguir. El que la EDAR (36 millones de euros) esté paralizada por errores administrativos graves es una auténtica vergüenza, pero el que se le hayan quitado los pretratamientos de «La Plantona» también. Mandamos la mierda vía libre hacia el mar y pueden pasar estas cosas: que cualquier residuo natural nos parezca un vertido ante la ausencia de una depuradora. Hoy estamos hablando quizá de un simple toque de atención, pero, ¿y mañana qué? ¿Pasarán los años y seguiremos esperando una respuesta judicial a tan urgente tema? ¿Tiene que ser verdad que el Cantábrico nos devuelva lo que le enviamos?

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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