Vamos a ver si lo entendí. Según se pudo leer en estas mismas páginas, el emisario submarino de Peñarrubia no se sabe exactamente por dónde discurre. Recordemos que fue entregado en 2006 y su misión consiste en enviar las aguas residuales –en la actualidad sin ningún tratamiento- mar adentro. Se creía que estaba soterrado, pero no: la tubería está a merced de las olas que en diez años lo han acabado llevando de acá para allá. Y se preguntarán, ¿cómo es posible esto? ¿Cómo puede ser que una de las piezas del saneamiento de la costa Este –ahora, insisto, la única- se encuentre en este estado? Pues bien, la respuesta es sencilla: porque todo lo que tiene que ver con el tratamiento de aguas residuales en Gijón es un auténtico desastre. Es más, según demostró un vídeo de Xixón Sí Puede al principio del verano, encima está roto. Hay varias fisuras a lo largo de sus 2,5 kilómetros de longitud. A todo esto, tenemos que sumar la situación de parálisis «sine die» en la que se encuentra la Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR), junto con el desmantelamiento de la planta de pretratamiento (la «Plantona») y sus filtros. Resultado final: cataclismo total. Así, no me extraña en absoluto que cualquier mancha de residuos naturales –como ocurrió hace una semana- acabe causando alarma entre las administraciones responsables. Las tres –Ministerio de Medio Ambiente, Principado y Ayuntamiento- saben de sobra que no tienen defensa posible ante un posible desastre ecológico. El dedo acusador las señalaría de pleno. No han hecho los deberes en cuanto a la depuración de aguas en nuestra ciudad. Por eso, la reunión que tuvo lugar ayer era importante. Es la primera vez desde que empezó este desaguisado, que las tres van a intentar aunar fuerzas. Han entendido (o eso esperamos) que no se trata de tirarse piedras entre ellas. El Principado, por fin, parece que va a liderar ante Madrid la búsqueda de una solución urgente. Se va a intentar poner en marcha un parche como mal menor: volver al pretratamiento de la «Plantona» para reaundar el desengrasado y desarenado. Sí, porque esto no es sólo un problema de Gijón, sino de toda Asturias. Nuestra falta de depuración es capaz de arruinar –como quedó demostrado con las playas de Villaviciosa- cualquier arenal asturiano por alejado que esté. Los vertidos carecen de fronteras y, si no actuamos pronto, cualquier día lo que fue un susto acabará convirtiéndose en una pesadilla.