Imagínense que alguien quiere comprar terreno en la Zona de Actividades Logísticas e Industriales de Asturias (ZALIA) para invertir. Que pregunta cómo será en un futuro y le hablan de enlaces que no existen, un hervidero de empresas (sólo se ha vendido una parcela hasta ahora), y un espacio que pretende ser el referente del norte de España. Pese a que no ve nada de eso –sólo unas calles, farolas y hierba a mansalva- al final confía y adquiere metros. Esperando, más que nada, que las ayudas europeas cambien semejante panorama desolador. Que, por ejemplo, exista una estación intermodal cuyo estudio fue financiado por la Unión Europea; y que los fondos comunitarios también participen sufragando el coste de su construcción que aproximadamente es de 33 millones de euros. Pues bien, el hipotético empresario –los reales, créanme, no pican- se hubiese llevado un chasco de órdago. El domingo pudimos leer en estas mismas páginas que Bruselas no confía en la ZALIA. La considera un proyecto desmedido y sin muchas expectativas de desarrollo a corto plazo. Todo un gigante con pies de barro. Trata a El Musel como un puerto de «segunda división» -en comparación con el del Bilbao que está en primera- y posterga cualquier tipo de ayuda para el desarrollo de sus infraestructuras hasta 2030. Cosa, naturalmente, que afecta de lleno a nuestra zona logística. Porque, sin duda, la falta de subvenciones europeas es la puntilla al proyecto. Lo deja a la altura de un polígono vacío cualquiera sin desarrollar. Algo que ni por asomo, claro está, pretendía ser la ZALIA. No sé, supongo que ya es hora de replantearse todo lo referente a la zona de actividades logísticas de San Andrés de los Tacones. El actual modelo, basado en «grandonismos» innecesarios, no tiene el apoyo de nadie. Ni siquiera de sus propios socios que evidencian grietas. El Ayuntamiento de Gijón ha dicho que no pondrá un euro más. El de Avilés y las propias autoridades portuarias lo habían hecho anteriormente. Europa le da la espalda. ¿Quién queda entonces? Sólo el Principado. El Gobierno asturiano es el único que cree en ella a regañadientes. Y así, por supuesto, no se puede seguir. Es obvio que se ha fracasado y sólo hay dos soluciones: o persistir en el error, o darlo por terminado. Perdonen que sea tan directo pero me apunto a lo segundo. Para mí, la ZALIA ha muerto y sólo queda enterrarla de manera digna. Descanse en paz.