A Pedro Sánchez hay que reconocerle su tenacidad ante las adversidades. Más que nada, porque desde que llegó a secretario general del PSOE no ha hecho otra cosa que afrontarlas. Recuerden que se impuso en unas primarias donde no representaba ni por asomo al sector oficial, puesto que el elegido era Eduardo Madina. Tras las elecciones de diciembre del año pasado, muchos, de forma interna, le reprocharon los malos resultados. Bajar a 90 diputados era algo increíble y le echaban en cara no haber podido ganar a un PP acuciado por la corrupción. Sin embargo, Sánchez soportó no sólo eso, sino también el empuje de Podemos. Llegó a los comicios de junio de este año únicamente con arañazos, cuando más de uno aseguraba que se iba a dejar la piel. Incluso se permitió el lujo de considerarse casi como presidente del Gobierno, merced al pacto que suscribió con Ciudadanos. En las elecciones del 26-J, todo este proceso se volvió a repetir de manera mucho más intensa: le llovieron las críticas durante la campaña. Las encuestas mostraban un descalabro de órdago de los socialistas y la palabra «sorpasso» se puso de moda. Todas y cada una de las predicciones publicadas daban que Podemos iba a adelantar -bien en votos, o bien en escaños- a los socialistas. Nada de eso sucedió. Volvió a tener unos resultados pésimos –una constante durante su mandato- pero ahí sigue. Aguantando contra viento y marea. Esta vez, ante quienes dicen que tiene que abstenerse para permitir un ejecutivo de Mariano Rajoy. No me extraña, pues, que Sánchez haya adquirido una cierta piel de cocodrilo. Que cuando de cara a las elecciones gallegas y vascas la demoscopia se le muestra desfavorable –según los últimos sondeos las confluencias de Podemos le van a «sorpassar»-, se lo tome con tranquilidad porque esa situación ya la ha vivido antes. Para mí, a Pedro Sánchez le faltan dos cosas para ser un líder creíble: discurso y personalidad. Díganme una sola idea suya fuera de los tópicos de siempre. No existe. Díganme si está tocado por los dioses para tener algo que en política es fundamental: el carisma. Resulta obvio que no. Ahora bien, las cosas como son: es un tipo duro. Los que creen que este lunes postelectoral se derrumbará como un castillo de naipes, pienso que están equivocados. A Sánchez no va a ser tan fácil echarlo. Está acostumbrándose a resistir. Y quien resiste, ya saben, triunfa.