Yo no veo un «Samsung-Ayuntamiento de Gijón» o una «Movistar-Casa Natal de Jovellanos» de ninguna de las maneras. Ustedes seguro que tampoco. Sin embargo, es lo que, según Xixón Sí Puede, pasaría con el proyecto de la nueva Ordenanza de Publicidad Exterior del municipio en su artículo quinto. Ahora bien, sí entiendo mucho más factible que, por ejemplo y con límite temporal, el pabellón de La Guía tuviese un apellido comercial. O el de La Arena. O muchas de las múltiples instalaciones deportivas que hay en nuestra ciudad. ¿Sería una ignominia que las piscinas de La Calzada o El Coto tuviesen esa coletilla publicitaria? Pienso que no y si esto sirviese para que estuviesen mejor dotadas lo aprobaría sin dudarlo. Tal parece como si quisiésemos siempre ir a los extremos. Es decir, a coger zonas emblemáticas de la ciudad para que, con la malvada y especulativa publicidad privada, quedasen absolutamente chuscas y desvirtuadas. Efectivamente, no puede haber una «playa de San Lorenzo-Cocacola» o un «parque de Los Pericones-Vodafone». Es más, entiendo que en ninguna urbe donde se aplica esta normativa lo han hecho. En todo caso, trataron de dar nombres comerciales a zonas neutras o sin valor sentimental alguno: paradas de metro, autobuses y cosas así. Es algo que sucede habitualmente y que aquí tenemos que afrontar. Presumo que, en ningún caso, la norma pretende desvirtuar la historia de un lugar, su acervo cultural o el arraigo popular que tenga. Ni tampoco creo que a ningún Ayuntamiento, sea del signo que sea, se le ocurra tal cosa porque cabe de cajón. Entre eso y que, gracias a un mecanismo que explotan muchas ciudades, se puedan sacar unos ingresos extra hay un abismo. Entonces, ¿por qué le tenemos miedo? ¿Por qué siempre tardamos tanto en adaptarnos a los nuevos tiempos? Lo mismo pasa con la publicidad en elementos del mobiliario urbano. La Unión de Comerciantes ha puesto el grito en cielo porque considera «excesiva e inaceptable la privatización con fines publicitarios». Vamos a ver, si una papelera –que no posee ningún valor artístico y está medio descuajaringada- tiene un soporte publicitario y así se arregla, ¿cuál es el problema? En Nueva York (o Londres) los particulares le pueden poner nombre a los bancos públicos. Uno recuerda a sus seres queridos –normalmente fallecidos- de esa manera. En Central Park (el de verdad) cuesta la friolera de 7.500$ (aproximadamente 6.600€) que redundan en su conservación. Imagínense la que se montaría en nuestro Gijón del alma: dirían que eso es de ricos.
Nota: Algunos piensan que la nueva normativa va a dejar Gijón como Time Square. En fin…