La verdad, respecto al solar de Naval Gijón creía haberlo escuchado todo. Desde quienes piensan que debe seguir conservando el carácter industrial, hasta quienes opinan lo contrario: que lo mejor sería un desarrollo residencial, a la postre, que se construyan pisos. El debate es ya casi legendario en nuestra ciudad. El nuevo Plan General de Ordenación (PGO) lo zanjó sin asumir riesgos: planteando un uso terciario, es decir, comercial y de oficinas. Para mí, después de tanto tiempo de ver ahí los restos del astillero, lo suyo hubiese sido regenerar la zona cuanto antes. Esto es, que se permitiese una construcción residencial y con ello la urbanización sería más rápida. Es obvio que entre hacer pisos u oficinas, en estos tiempos, cualquier promotor prefiere lo primero. Ahora bien, se decidió de esta manera –por razones políticas, claro- y así está. Partidarios a favor de cualquiera de las dos opciones siempre los ha habido. Incluso las asociaciones de vecinos directamente afectadas no piensan igual. Cada una tiene sus razones y son muy respetables. Sin embargo, lo último que escuché es de traca. A tenor de que la Autoridad Portuaria haya decidido sacar a subasta su parte en estos terrenos, algunos piensan que antes hay que resolver lo de la Semana Negra. O sea, que el certamen encuentre otra ubicación (la enésima) como paso previo a una remodelación en toda regla. Increíble, oigan. Sólo le faltaba al barrio de El Natahoyo –que necesita como el comer una trama urbana consolidada- un impedimento más: que se dejase ahí «ad eternum» el suelo de Naval Gijón hasta encontrarle sitio a la Semana Negra. Entiendo que tal y como está planteada la venta desde El Musel es inviable. No creo que encuentren a nadie dispuesto a gastar 5,4 millones de euros en un suelo que, no sólo está pendiente de una aprobación definitiva del PGO, sino que además tiene un aprovechamiento bastante limitado. En esta ciudad, como hemos visto con la fallida subasta de las parcelas del plan de vías, este tipo de operaciones no son fáciles. Y más, si tienen una traba tan importante: no admitir la edificación residencial es un lastre demasiado grande. Imagínese lo que hubiese sucedido con Poniente. Seguro que todavía estaríamos esperando por la playa, el paseo y demás. Pues bien, a lo que ya está difícil y es necesario –para que los gijoneses podamos disfrutar de la zona Oeste en plenitud- no se le pueden seguir poniendo cargas. A este paso, el solar de Naval Gijón va a acabar viendo pasar por él tres siglos. Ya van dos: el XX y XXI.