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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

No habrá paz.

La sentencia de la Audiencia Provincial sobre la legalidad del último congreso del PP en Gijón ha sido muy bien acogida. Sobre todo, obviamente, desde la dirección local y regional, como no podía ser de otra forma. Que dos congresos consecutivos fuesen anulados por sendos fallos judiciales era, desde cualquier punto de vista, insostenible a todas luces. Sin embargo, tal parece como si esto, que sin duda valida las formas, también diese por bueno el fondo. Es decir, como si el simple hecho de que te declaren un congreso legal, sirviese también para pacificar y unir a todo el partido. Nada más lejos de la realidad. El problema en los congresos del PP ya no está sólo los censos (que también), sino en cómo se diseñan y dirigen. Con candidatos oficiales puestos a dedo desde la dirección sin ningún pudor. Con un número de avales calculado para que el candidato de turno los consiga y el resto a verlas venir. Con un sistema cerrado que no permite la participación a no ser, claro, que seas de la misma cuerda. Siempre lo dije y bien lo saben esos cuatro o cinco que leen esta columna: el PP tiene que implantar primarias. Es la única formación política que no las aplica en la elección de sus cargos. En los tiempos que corren, ya no son de recibo congresos para mayor gloria del elegido por unos pocos. Más si cabe, en una agrupación tan convulsa como la de Gijón. Desde que se implantó la famosa gestora –oigan, que estuvo casi año y medio rigiendo los destinos de la agrupación gijonesa- todo han sido contratiempos. Hubo congresos convulsos y fracasados como el que pretendía nombrar al ahora diputado, David González Medina; o de medio pelo, como el que llevó a Mariano Marín a la presidencia. En cualquier caso, nunca un sistema abierto que permitiese a los militantes expresarse con libertad. Sin trucos ni fallecidos en las listas. A mí me parece que el partido está dividido en dos y así va a seguir. Buena prueba de ello son los paupérrimos resultados electorales que se consiguieron -¡quién te ha visto y quién te ve!- dejando al grupo municipal casi como residual. Dar por cerrada, tal y como dijo Marín, la crisis del PP gijonés con esta sentencia es falso. O dicho de otra manera: cerrar los ojos ante los graves problemas que aún tiene. Entre otras cosas, una Junta local que no es aceptada –aunque sea legal- por el cincuenta por ciento de la militancia. Que no convence, crea ilusión, ni motiva para que los muchos que se han ido algún día vuelvan.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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