Yo creo que PSOE y PSC tienen que hacer separación de bienes. La fórmula actual –un régimen de gananciales donde un cónyuge tiene derecho a todo y el otro nada- no funciona. Se vio claramente en la sesión de investidura de Mariano Rajoy: los diputados socialistas catalanes (y alguno más) votaron a su bola. Habían dicho que eran partidos acérrimos del «no es no» y lo cumplieron a rajatabla. Sin una escisión o duda y de manera completamente coordinada. El «voto en conciencia» de cada diputado que habían alegado para negar su abstención a Rajoy, no se dejó ver ni por asomo entre sus filas. Todos estaban de acuerdo en romper la disciplina del PSOE, aunque esto fuera un perjuicio mayúsculo para el partido. Eso sí, de autocrítica ante los resultados electorales ni hablamos. El PSC llegó a tener 54 diputados en el Parlament y ahora apenas tiene 16. Aportaba 25 al Congreso y en la actualidad, ya ven, representan sólo siete echados al monte. Por no hablar ya de las alcaldías donde, la marca de Podemos en Cataluña (En Comú Podem), le ha comido toda la tostada. Ahí está la Alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, para demostrarlo. Si el PSOE, ahora que está abierto en canal, ahora que tiene que hacer un tratamiento de choque para que el enfermo comience a curarse, deja pasar esta oportunidad seguirá igual o peor. Viendo como los diputados catalanes (y alguno más) rompen en bloque su disciplina de voto, o se acercan cada vez más al «dret a decidir» con el que siempre andan coqueteando. La reunión entre Javier Fernández, presidente de la gestora que rige los destinos socialistas, y Miquel Iceta, recién nombrado primer secretario del PSC, acabó en tablas. Decidiendo formar una comisión porque ninguno, claro está, quiere aparecer como el culpable ante una posible ruptura. Saben de sobra que se necesitan y tienen la obligación de salvar la relación. Sin embargo, de esta forma es imposible. Estando dentro de los máximos órganos del PSOE con derecho a voto, para luego hacer lo que le viene en gana. Abandonando a su votante tradicional, el emigrante que llegó a Cataluña y se siente tan español como catalán. Si nos guiamos por Iceta (¡Pedro, por Dios, líbranos de Rajoy!) el camino es precisamente ése: dejar de lado este «voto obrero» que siempre nutrió sus filas, para centrarse en un debate identitario absurdo. No hay más que ver lo que dijo en el congreso del PSC: pidió reconocer a Cataluña como nación. ¡Échalos a todos, Javier! No dudes en que dejen de pertenecer al Comité Federal y firma con ellos un acuerdo que permita dar estabilidad a este descontrol. Con derechos y obligaciones para ambas dos partes y no sólo para una.