Como si de un sistema informático se tratase, a la gestora del PSOE se le ha colado un virus por la puerta de atrás. Podríamos decir que se trata de un «malware» inoculado por Pedro Sánchez y que se reproduce por doquier. Desde que el ex secretario general socialista diera su visión de España –es una «nación de naciones», dijo en un programa de televisión- abrió la espita para que, una vez más, su partido se vea atrapado por el discurso pseudonacionalista. Comenzaron los del PSC reivindicando en su congreso, de forma clara y sin tapujos, la condición de nación para Cataluña. Algo que, lógicamente, no gustó en Ferraz. El concepto con el que trabajan los socialistas catalanes –y que fue ampliamente reprobado por la gestora- es el de un «dret a decidir» similar al que propone el secesionismo. Pues bien, el «virus sanchista» de nuevo ha vuelto a aparecer. Esta vez, con motivo de la firma del acuerdo entre el PNV y los socialistas vascos. Pacto de gobierno del cual fue informada la gestora una vez se había producido. La secretaria general del PSE, Idoia Mendia, lo valora positivamente y dice que es el camino a seguir: «por donde puede ir la salida a Cataluña». La fiel partidaria de Sánchez ha firmado un documento de 70 folios donde se recoge redactar un nuevo estatuto, el reconocimiento de Euskadi como nación y el famoso «derecho a decidir». Ojo, que lo rubrica el mismo partido que en su día fue el contrapeso al nacionalismo más agresivo. El que llegó a gobernar el País Vasco, con el apoyo del PP, para combatir la deriva independentista del PNV. Como es lógico, a Javier Fernández y a la gestora en general esto no gustó ni un pelo. Sin embargo, han hecho de tripas corazón sin levantar la voz. Ahora, les va a ser muy difícil explicar por qué en Euskadi firman algo que en Cataluña condenan. La famosa vertebración territorial del PSOE, en cierta manera, ha saltado por los aires. Todo ello, porque a Pedro Sánchez –como en su día sucedió con Zapatero y su famoso «Aceptaré todo lo que venga de Cataluña»- le convino forjar aliados a base de aceptar imposibles para su supervivencia. La herencia que deja Sánchez en el PSOE es una especie de minifundios que hacen lo que les da la gana. Un día rompen la disciplina del grupo parlamentario, otro firman un pacto en contra de las esencias del partido y, al final, no sabemos muy bien con qué quedarnos. Si con un PSOE fuerte y equilibrado como debería ser, o uno débil al que casi puede doblegar cualquiera.