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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Prueba y error.

Aunque la consejera de Medio Ambiente, Belén Fernández, dice que eso es impensable en una urbe asturiana, podría suceder. Me refiero a las drásticas restricciones de tráfico por causa de la contaminación. Como saben, en Madrid se impuso por primera vez esta medida. El pasado jueves sólo pudieron circular por el centro los vehículos con matrícula par, mientras que el resto se quedaban dando vueltas en el extrarradio buscando donde aparcar. Lo más sorprendente, sin embargo, es que duró un día. Es decir, se armó un revuelo extraordinario para que el Ayuntamiento, en apenas 24 horas, dijera que los niveles de NO2 (dióxido de nitrógeno) habían descendido levemente y levantara la prohibición. En fin, tal parece como si en esto de la contaminación se actuase por prueba y error. Es decir, impongo una medida radical y depende de las protestas la mantengo o no. Es lo mismo que sucedió en Oviedo. El Ayuntamiento cortó el tráfico en la entrada y salida de la “Y” un domingo. Día sorprendente puesto que la densidad circulatoria –no se trabaja, no hay vehículos de reparto, no hay colegios, etcétera- suele ser sensiblemente inferior. Apenas 43 horas después había levantado el corte y ya se circulaba con normalidad. En Gijón, las medidas anticontaminación, de momento, sólo afectan a los vehículos pesados. Esto es, el Ayuntamiento puede impedir su circulación a ciertas horas si los niveles de polución se disparan. La verdad, tendría gracia que tales restricciones incluyesen también a los coches. Más que nada, porque el tráfico de vehículos en nuestra ciudad es menor. Miren las principales arterias entre las ocho y las nueve de la mañana, vean cómo no tienen la densidad de las urbes que trabajan, observen cómo los atascos no representan más de algunos minutos. Quizá alguna complicación en las rotondas de conexión con autopistas (Viesques o El Llano) y poco más. Somos una ciudad donde casi jubilados y trabajadores están a la par. El vehículo se usa poco, en comparación con los paseos por El Muro. Incluso se le penaliza restringiéndolo cada vez más: vean si no la política de peatonalización de calles –alguna más que discutible- que ha tenido lugar. Por tanto, no cabría de ninguna manera que en Gijón se impusiese algo así. Ahora bien, tampoco descarten que la política de prueba y error aparezca. O sea, que un buen día nos encontremos con que nuestro mundo se dividirá entre matrícula par e impar. Que se haga para, como en Oviedo, repito, ver cuál es límite de cabreo ciudadano. Sin duda, más rigor en esto de la contaminación nos vendría bien a todos.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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