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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La doctrina Cifuentes.

El partido Los Republicanos –homólogo del PP en Francia- eligió a su candidato a la Presidencia de la República mediante un proceso de primarias. Las mismas, no se limitaban sólo a sus militantes, sino también a cualquiera que quisiera participar. Había que inscribirse y pagar dos euros. Los resultados fueron cuando menos sorprendentes. En primer lugar, porque François Fillon, contra todo pronóstico, arrasó con el todopoderoso Nicolás Sarkozy. Y segundo, fue tal el éxito que consiguieron recaudar un bote de dos millones de euros. Casi todos los partidos europeos eligen sus cargos a través de este sistema. No vamos a decir ya en Estados Unidos donde, muchas veces, las primarias están más reñidas incluso que el propio proceso electoral. Tomen si no el ejemplo de Obama y Hillary Clinton en el 2008. A Cristina Cifuentes, la presidenta madrileña, le está cayendo la del pulpo. Todo por decir que en su partido debería ser «un militante, un voto». El vicepresidente de Organización popular, Fernando Martínez-Maillo, propuso una doble vuelta. En principio, la militancia elegiría a los compromisarios y estos, a su vez, al presidente. La propuesta de Cifuentes consiste en que se vote sin intermediarios. Es decir, directamente por las bases. Algo que, para mí, tiene toda la lógica del mundo. Uno puede elegir a los compromisarios y luego estos hacer lo que les dé la gana. Sin embargo, las críticas a la enmienda que piensa plantear suben de tono. Algunos cuestionan su legitimidad recordándole que únicamente es la presidenta de la gestora que dirige Madrid, y otros que la eligieron a dedo. Hay quien como el expresidente extremeño, José Antonio Monago, piensa que «no son la pureza del sistema». Mientras que Alberto Nuñez Feijóo, el líder gallego, las rechaza de pleno. Entiende que «copiar algo que funciona mal no es un buen planteamiento». Sólo desde el PP balear parecen tener acogida sus tesis. Allí van aplicando las primarias sin mayores problemas hasta en cinco ocasiones. Pregunto, ¿a qué tiene miedo el PP? ¿Por qué se considera la propuesta de la presidenta madrileña como un ataque a Mariano Rajoy? Si todos los partidos en España las utilizan, ¿por qué no los populares? ¿Cuál es el problema para que se vayan implantando, por ejemplo, comenzando por los congresos regionales? Salvo que se quiera seguir con el actual modelo completamente vertical, resulta bastante difícil de entender. Tal parece que la mayoría ve bien que el presidente se elija en un conciliábulo, ratificado posteriormente por un congreso a la búlgara. Sin duda, la estructura del PP necesita un soplo de aire fresco.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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