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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Morder la mano.

A mí me enseñaron que para aprender hay que perder. Por eso, estuve muchos años trabajando más, cobrando menos y sin rechistar. Fue, tal y como lo interpreté, un peaje que tenía que pagar y al que luego saqué partido en base a la experiencia adquirida. Los planes de empleo municipales, pese a que deberían concebirse así, como una forma de hacer currículum para luego introducirse o reinsertarse en el mercado laboral, no dan más que problemas. Se han convertido en un coladero de sentencias judiciales en contra, que los ayuntamientos asturianos afrontan como pueden. El último en verse arrollado por este tsunami, el de Gijón, se plantea suspenderlos. La acumulación de demandas laborales por parte de los beneficiarios, le ha llevado a tener que dotar más de cuatro millones de euros para lo que se le viene encima. En estas mismas páginas, pudimos leer el caso de un trabajador. Fue contratado en junio del año pasado y ya en enero del presente presentó la correspondiente demanda. Empleado para asfaltar caminos rurales, pide una indemnización de 4.220 euros y que se le haga fijo. Entre las motivaciones de su reclamación, hay cosas tan chuscas como la siguiente. Argumenta que «no se especifica con precisión y claridad la obra y servicio», debido a que no se concreta «los puntos de inicio y final del camino». Desde luego, así no se puede seguir. Tiene toda la razón del mundo el Ayuntamiento en ponerlos en un brete y, ojo, que no ha sido el único. Otros muchos municipios asturianos ya han suspendido los planes de empleo de facto. Es el caso de Mieres, Avilés y Langreo sin ir más lejos. Consistorios de distinto signo político y que no han podido soportar el goteo judicial. ¿Qué está pasando? ¿Está, como asegura el director general de Empleo del Ayuntamiento, Pelayo Barcia, este comportamiento instigado por los sindicatos? No sé, pero creo que se le está haciendo un flaco favor a mucha gente. A aquellos que entienden que es mejor un trabajo, aunque sea temporal, que un subsidio. Recuerdo cuando el Plan de Inserción Laboral y Empleo Social (más conocido como plan Piles) levantaba eternas polémicas. Sin duda, un juego de niños en comparación con lo de ahora. Se les acusaba a sus beneficiarios de ser lentos, de hacer la labor de mala manera, de que no lograban insertarse en el mercado laboral. Sin embargo, nunca mordían la mano que les daba una oportunidad. Es más, tal parecía que todo el mundo estaba deseando ser llamado, para así poder salir del paro de larga duración. En cambio, ya ven, es como si en la actualidad sólo se buscase sacar tajada.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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